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¿Qué
es la neutralidad analítica? ¿La homologación identificatória de la masa
de analistas de acuerdo a un standard?
¿El patrón de medida de un tratamiento guiado por la indiferencia? ¿El desdén
por lo particular, por lo que difiere, por lo que no entra en la norma, en
definitiva, por los estilos de goce?
La
dictadura de la opinión es satirizada por Voltaire en su Pequeña
digresión[i].
De acuerdo a la decisión del dictador, los ciegos atribuyen un único color a
sus vestimentas, el blanco, aunque ninguno de sus atuendos sea de ese color.
Ante la inevitable revuelta, el orden se restablece a través de la suspensión
del juicio acerca del color de su ropa. Frente a la alternativa entre
homogeinización y decisión se suspende así el juicio.
Jacques-Alain
Miller al retomar esta digresión indica que la “suspensión” del juicio
ante la falta de la experiencia sensible, que en definitiva es ante la
castración, “es una manera de hacer con el Otro barrado, a falta del saber,
renunciar al acto”[ii].
A esta utopía liberal se opone lo real que se hurta velado por el fantasma
neutral.
Graciela
Brodsky me hizo notar el matiz de crítica de la neutralidad que involucra
este párrafo de Miller. Intentaré explicitar esta crítica a partir de la
oposición entre decisión y suspensión en la temporalidad[iii]
que interviene en el dispositivo analítico.
1.
El narrador
La
“poética analítica”, expresión introducida por Miller[iv]
que permite aprehender de otra manera la narrativa que compone el análisis,
involucra tanto al narrador, que es el analizante, como al lugar desde donde
se sostiene lo narrado, vale decir, al analista.
En
la última propuesta de Italo Calvino de su libro titulado Seis
propuestas para el próximo milenio[v],
Calvino se ocupa de lo que llama el arte de empezar y el de terminar la
escritura de una novela. Esto puede rápidamente aproximarse a la experiencia
analítica, ya que su recorrido puede pensarse como un largo relato en el que
el sujeto, en la medida en que da forma épica a la estructura, escribe su
propia novela. Novela, al decir de Lacan, que describe el amor del sujeto con
la verdad.
Para
Calvino el comienzo es un instante crucial puesto que es el momento de una
elección: ante la posibilidad de decirlo todo de innumerables maneras el
sujeto se distancia de esa chance ilimitada y llega a decir algo de un modo
subjetivo a través de la aceptación de reglas, en este caso, la de la
asociación libre orientada por el principio de disimetría[vi].
Es
más, se trata de desprenderse de la multiplicidad de historias posibles para
aislar y hacer narrable la historia que se decidió contar, elección, podemos
añadir, determinada por el propio fantasma. Italo Calvino insiste en que el
lenguaje tiene que llegar a ser lo que queremos contar. Sin duda, esta búsqueda
atañe al estilo que involucra al goce del sujeto y que queda impregnado en su
modalidad narrativa.
A
modo de ilustración, Calvino retoma el libro El
narrador de Benjamín[vii].
El narrador era quien transmitía la experiencia en una época en la que la
capacidad de los hombres para aprender de la experiencia no se había perdido
aún. Se trata de captar un suceso aislado en su singularidad que nos diga
algo del sentido de la vida. El esfuerzo del analizante por capturar aquello
que diga acerca del sentido de su goce va en la misma orientación, puesto que
se trata de aislar a través de la repetición significante el marco fantasmático
que aloja esa historia sin fin que marca a fuego su estilo de goce. Este es un
tiempo de comprender expresa una suspensión temporal que da cuenta de las
“bodas del amor y de la verdad”, también llamado amor al saber, para que
logre así dar un paso más que le permita encontrar una salida.
2.
La prisa lenta
¿Cuál
es el derrotero del lado del analista y cómo interviene la neutralidad?
La
neutralidad analítica –planteada como la posición neutra en torno a las
pasiones, a las condiciones de goce y al propio fantasma– interviene tanto
del lado del standard de la IPA como
en la orientación lacaniana pero de diferentes maneras de acuerdo a los
principios que sostienen la práctica analítica.
Del
lado de la IPA la neutralidad toma como punto de partida la presencia de un
Ideal, I(A), de cómo se dirige la cura, por lo que la suspensión del juicio
se confunde con la indiferencia –de acuerdo al equívoco de su traducción
al español[viii]–,
diferente a la “toma de partido” que caracteriza al analista lacaniano. La
suspensión del analista de su propia contratransferencia, a través de la
indiferencia, y del juicio atributivo se vuelve una duplicación de la
suspensión fantasmática que se encuentra del lado del analizante.
En
cambio, en la orientación lacaniana la suspensión del fantasma y del goce
que se encuentra del lado del analista, que lo vuelve proclive a encarnar el
semblante, se funda
en la falta estructural del S(
) que hace que lo neutro permita que el deseo del
analista encarne una temporalidad diferente a la propuesta por la IPA. No se
trata ya solo de la suspensión, sino del instante y de la prisa por concluir
característico del acto analítico. Prisa que, al mismo tiempo, encarna la
lentitud necesaria para el advenimiento subjetivo[ix].
Se trata de conmover la fijeza fantasmática del paciente dada por sus
condiciones de goce que petrifican el tiempo y mantienen al sujeto suspendido
en la repetición que se expresa en un tiempo para comprender eternizado.
En
verdad el standard propuesto por la
IPA y la práctica lacaniana no son igualmente neutrales. El vacío
intermedio, según la expresión retomada oportunamente por Lacan[x],
en el que se aloja el analista en la práctica analítica lacaniana, lo sitúa
más del lado del Gelassenheit[xi],
de la serenidad con que se puebla el vacío central, que de la indiferencia
que propone la IPA.
La
decisión, el partido tomado, se opone así a la neutralidad indiferente, y
permite que, a su vez, la suspensión del lado del analizante se vuelva una
decisión que lo extraiga de la continuidad temporal narrativa e introduzca la
discontinuidad del tiempo de concluir.
La
lógica de las sesiones cortas sigue esta orientación y muestra que la prisa
y el corte quedan incluidos en cada sesión y no actúan sólo al final del análisis.
El estilo, el tacto o el gusto de cada analista determinan las modalidades del
acto analítico que interviene oportunamente en el corte de la sesión. La
compresión del tiempo apunta a la reducción extraída de la continuidad que
finalmente se revela como el elemento neutro que es el objeto a,
objeto asemántico y asexuado. En definitiva, cada corte de sesión pone en
juego la decisión que involucra al tiempo como objeción a la neutralidad. En
el interior del dispositivo el tiempo apremia, por lo que la prisa se opone a
la suspensión temporal.
3.
La conclusión de lo narrado y su resto
En
la conferencia de Italo Calvino antes evocada, el escritor indica que de
cualquier manera que termine la historia, lo importante de la narración es el
sentido que adquiere ese segmento aislado de sucesos extraídos de la
continuidad de lo narrable. De las múltiples posibilidades se desemboca a una
posición de la que se diseña un punto de perspectiva. Pero siempre queda
algo por decir, por lo que aunque se agoten las historias, todavía se siguen
contando.
En
el del final de análisis la narrativa del escritor de una novela se separa
definitivamente del analizante. El texto que resulta de un análisis no
sostiene el todavía por decir, sino que produce un efecto de separación: la
letra escrita durante el análisis se desprende del narrador e introduce una
nueva temporalidad que concierne al “tiempo de hacerse al ser”. Tiempo que
supone una sustracción del influjo de los poderes del destino e introduce en
su lugar las contingencias del encuentro que supone “de lo real hacer
azar”. La decisión del analizante concierne a esta puerta de salida en la
que interviene el resto y el saber hacer con eso que se es, saber hacer con el
resto pulsional que nunca cesa de operar[xii].
La
decisión que interviene del comienzo al final del análisis expresa la objeción
del tiempo a la neutralidad analítica como contrapunto de la suspensión
temporal. La decisión concierne al acto y a la prisa por concluir, y funciona
tanto del lado del analista como del analizante. Esto se verifica en cada sesión,
de allí la impronta particular que deja su brevedad. Del lado del analista
expresa una política de la dirección de la cura, del lado del analizante no
opera sólo al final sino que también involucra los distintos momentos de
atravesamiento del fantasma que se traducen en cambios de posiciones
subjetivas.
El
resto del vaciamiento semántico, el objeto a,
define finalmente la partida. Y así, el real que se hurta se conjuga con la
decisión que comporta el saber hacer son el síntoma.
Revisión:
Mirta Zbrun
[1]
Este trabajo es
el resultado del rasgo que he tomado en el trabajo del cartel de la
Association Mondiale de Psychanalyse compuesto por A. Abeles, G. Brodsky
(más uno), S. Geller, M. Marchesini y S.
Tendlarz.
[i]
Diderot, Pequeña digresión.
[ii]
MILLER, Jacques-Alain- Le
neveau de Lacan. Paris:
Verdier , 2003, p. 297.
[iii]
[...] En lo que concierne a la temporalidad seguiremos los desarrollos
expuestos por MILLER, Jacques- Alain
en Los usos del lapso, curso inédito
(1999-2000).
[iv]
MILLER, Jacques-Alain - Un effort de poésie, curso inédito (2002-2003).
[v]
CALVINO, Ítalo - Seis propuestas para el próximo milenio. Madrid: Siruela, 1998.
[vi]
BRODSKY, Graciela - El principio de disimetría. Opção
Lacaniana, São
Paulo: n.37, p.35-39, set. 2003.
[vii]
BENJAMÍN, W. El narrador: Para
una crítica de la violencia y otros ensayos. Madrid: Taurus 1998.
[viii]
Véase el artículo de LUKA,
A -Variantes de la neutralidad analítica presentado en las noches de la
EOL.
[ix]
LAURENT, Eric -El tiempo de hacerse al ser. Estudios Psicoanalíticos 2, Madrid, 1994.
[x]
Eric LAURENT desarrolla esta idea en “La carta robada y el vuelo sobre
la letra”, Síntoma y nominación.
Buenos Aires: 2002. (Colección
Diva).
[xi]
TENDLARZ, Silvia- Dejar ser. In: La
práctica del pase. Buenos
Aires: Eolia-Paidós, 1996.
[xii]
LAURENT, Eric - Du réel faire hazard.
Bulletin de
l’ACF-Bordeaux.
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