El rasgo de cada uno
En la última novela de Mario Vargas Llosa (2006), Travesuras de la niña mala, podemos encontrar las vueltas de un amor no convencional.
Se trata de una relación tormentosa que dura cuarenta años.
El protagonista, el bueno de la historia, se enamora incondicionalmente de esa mujer egoísta, calculadora y ambiciosa que lo ata a su destino para siempre.
Es a través de ella, la niña mala, una mujer cautivante cuyas ansias de poder la llevan a metamorfosearse en los personajes que la ocasión requiere, que el autor va desplegando el entorno socio-político de un mundo no menos convulsionado.
Es a través de él, el niño bueno, que nos introducimos en un sentir profundo, en su dolor, en su angustia y la intensidad de un amor que se convierte en obsesión.
Las pasiones políticas se van entretejiendo con las personales.
Ella representa la encarnación de la ambición y el poder sin límites.
Mientras que el protagonista está del lado del amor, de los ideales que orientan su búsqueda; del lado de ella, la mala, encontramos los rasgos de perversión, el cinismo y el resentimiento enraizado en un Perú que la dejó fuera.
Es desde allí, desde su lugar marginal, que ella intentará llevar adelante un frío y calculado plan en el que se servirá de él, para poner fuera lo que no soporta de si misma.
Podríamos plantear a estos personajes tan claramente definidos, como el bueno y la mala o lo normal y lo patológico. Podríamos plantearlo, digo, pero hoy ya no nos sirve.
¿Qué es normal? ¿Qué es patológico?
Freud mismo partió de la enfermedad para entender los síntomas de lo que él catalogaba de normal y se sorprendió de constatar que la línea divisoria no era tan clara.
Es verdad que han cambiado los referentes, que hoy surgen nuevos modos de enlace al otro; y las relaciones amorosas presentan otras figuras que la teoría freudiana no alcanzó a descifrar.
Lo que no cambia y entonces nos orienta en la clínica, es que se trata de situar el goce en cada caso particular.
Es ese el gran aporte de Lacan, que diferencia su práctica de cualquier otro abordaje.
Que un síntoma sea propio de una época, que sea generalizado, no nos dice nada respecto al consentimiento del sujeto a identificarse con él.
Ya Hanna Arendt (1998) nos ha advertido sobre como la generalización de ciertas teorizaciones, borran la responsabilidad que cada sujeto tiene sobre su goce, lo que conlleva a una manera de banalizarlo. Afirmar que ciertos tipos de lazos son normales porque son propios de una época, es quitarle el peso que cada acontecimiento tiene.
Y el mismo Freud (1910, 1914) planteaba que lo que es universal, es que se trata de un tipo particular de elección de objeto. O sea, lo que es universal es que se trata de lo particular.
Incluso retomo dos preguntas freudianas que resuenan a través del tiempo: Qué del goce masturbatorio? Y ¿Por qué caprichos de la pulsión elegimos a quien elegimos como partenaire?
La pregunta sobre el goce de cada uno, cobra más sentido hoy, y nos ubica en las diversas formas que la sintomatología va tomando.
Los síntomas de la época, la enunciación de su malestar, son sólo el marco sobre el que se trabaja lo particular. Y como bien sabemos, el marco no es el cuadro.
Las preguntas freudianas, resuenan aún hoy.
¿Qué representan estos personajes, más que las diferentes posiciones frente al amor? Incluso el autor invierte los roles: es el hombre el que se entrega enamorado, mientras que la mujer sigue el frío cálculo de una razón desafectada de sentir.
No se trata de la pareja hombre-mujer, sino del binario deseo-goce.
Si bien el personaje masculino de la novela, está en posición de sujeto deseante; si bien la niña mala disfruta el juego de hacerse desear, no es en la dimensión del deseo que ella juega su parte. No se trata de la insatisfacción, paradigma de la histeria, sino del goce. Ella consciente a ser objeto, instrumento de goce de cualquier partenaire que le de el poder que se ha dispuesto alcanzar.
Digo que la dupla ya no es normal-patológico ni femenino–masculino.
Lo que nos orienta en la clínica es la pregunta por el goce de cada uno cuya respuesta va más allá de las épocas.
El fundamentalismo como respuesta al vacío
Sin duda hoy Hobbes está presente, no sólo por su sentencia: “El hombre es el lobo del hombre”, sino por su concepto de autoridad, que es el único poder que da lugar a la toma de decisiones. “La autoridad no es la verdad, sino la que hace la ley”- decía.
Autoridad es un término paradojal, que designa tanto lo que prohíbe como lo que permite, pero en ambos casos es la que impone obediencia y respeto.
Como bien sabemos, es la ideología la que estructura la realidad social.
Si el concepto de autoridad se debilita, si el padre no ejerce su función, si se pierden los ideales que orienten, queda un vacío que puede ser habitado por cualquier exceso o fundamentalismo.
Es lo que muestra la película palestina: “El paraíso ahora” de Abu-Assad, que tiene la particularidad de estar hecha desde el punto de vista de dos hombres-bomba.
En lo que Hobbes (1651) llamó estado de naturaleza, lo natural es que el hombre quiera matar a su congénere. Para poner orden, instaurar la ley, se crea el estado civil.
Lo curioso del planteo de Hobbes es que el miedo, incluso el terror que el estado de naturaleza provoca, hace que los hombres se reúnan y es en ese momento que surge la creación de un dios, o bien uno de ellos es erigido en dios. ¿Cómo no evocar aquí al “Quieren un amo, lo tendrán”, de Lacan (1969-70)?
El terror del hombre por el hombre, el miedo a la muerte, lleva a la creación de un dios, pero esto no impide la muerte, sino todo lo contrario. En “El paraíso ahora” la premisa es que es mejor la muerte que la humillación: “Si no podemos vivir como iguales, debemos igualarnos en la muerte”; “Ellos (los israelíes) le temen a la muerte. Como ustedes no le temen, tienen el control de la vida”.
Eso lo dice el ideólogo, que se vale en su discurso del desprecio por la vida, para transformarlo en un elemento de poder. “Quemamos el cine porque es un género tan aburrido como la vida”… será la clara consecuencia de una ideología que comanda sus vidas.
El dogmatismo, la rigidez, el exceso viene al lugar del vacío.
Más allá del planteo ético, esta película que trabaja tan bien el tema de las miradas, provoca la nuestra.
La provoca en el sentido que nos muestra que el escenario que queda libre por la falta de ideales, es llenado por el imperativo, sin más.
“Nuestros cuerpos son lo único que nos queda”, dice uno de los protagonistas antes de convertirlo en objeto mortífero.
“Todo cambia, excepto Dios” y se coloca a Dios en una omnipotencia tal, que obedecer sus mandatos cobra un estatuto honorífico. Responder al imperativo, coloca al hombre-bomba en la posición de mártir de Dios.
“Tu puedes cambiar las cosas”, predica uno de ellos. (Como Dios?)
El ser objeto, instrumento de goce, lo eleva al estatuto de deidad.
El director no sólo nos muestra la realidad actual a través de los distintos puntos de vista de los personajes, sino que logra abrochar la ideología del colectivo a las razones particulares.
No sólo opone al mártir y al colaboracionista, lo más elevado con lo más bajo, sino que revela como el hombre-bomba que realiza el acto suicida, lo hace como acto reivindicatorio de un padre estigmatizado como colaborador.
Es en relación al padre, es en esa tensión de sin padre, que el acto suicida cobra sentido. “Prefiero el paraíso en mi mente, que este infierno”, dice el personaje.
En el inteligente final de un silencio que anticipa el estruendo, el suicida nos interpela con su mirada.
He elegido dos productos culturales de nuestra inmediata actualidad, sólo para enfatizar los escenarios que se mueve el psicoanalista de hoy: el de la particularidad del goce, uno por uno, y el de la época que forma parte y que llama a ser interpretada.
Digo que, si forma parte, tiene al menos que estar advertido de la responsabilidad que le toca en cada caso, identificado, si hace suyos los principios de la causa lacaniana.
Referencias
bibliográficas
ARENDT, H. (1998)
Los orígenes del totalitarismo. Madrid: Taurus Ed., ISBN: 9788430602889. traduzido para o português: ARENDT, H. (1989)
As origens do totalitarismo. São Paulo: Companhia das Letras.
CANGUILHEM, G. (1943) Le normal et le pathologique. Paris: PUF, 2005. Traduzido para o português: CANGUILHEM, G. (1943)
O normal e o patológico. Rio de Janeiro: Forense Universitária, 2006.
FREUD, S. Edição Standard das Obras Psicológicas Completas
de Sigmund Freud. Rio de Janeiro: Imago, 1977.
_________. (1910) Um tipo especial de escolha de objeto feita pelos homens (Contribuições à psicologia do amor
I).
Vol. XI.
_________. (1912) Sobre a tendência universal à depreciação na esfera do amor (Contribuições à psicologia do amor I).
Vol. XI.
_________. (1914) Sobre o narcisismo: uma introdução. Vol. XIV.
_________. (1918 [1917]) O tabu da virgindade (Contribuições à psicologia do amor III).
Vol. XI.
_________. (1919) O estranho. Vol. XVII.
HOBBES, T. (1651) Leviatán o La materia, forma y poder de un estado eclesiástico y civil. Buenos Aires: Ed. Alianza, ISBN: 9788420679563, Febrero 2001. Traduzido para o português: HOBBES, T. (1651)
Leviatã ou Matéria, Forma e Poder de um Estado Eclesiástico e Civil. São Paulo: Nova Cultura. Os Pensadores. 4 ed., 1998.
LACAN, J. (1969-70) Seminario 17: El reverso del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, ISBN: 950-12-3987-X, febrero 1992.
LLOSA, M.V. (2006) Travesuras de la niña mala. Madrid: Alfaguara, ISBN: 9788420469959. Traduzido para o português: LLOSA, M.V. (2006)
Travessuras da menina má. Rio de Janeiro: Objetiva/Alfaguara, ISBN 8573028084.
Texto recibido
en: 01/09/2007.
Aprobado
en: 14/12/2007.
|