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(Versão em Português)    

Producir nuevos síntomas[1]

 
 

 

Mauricio Tarrab
Psicoanalista
A.M.E. de la Escuela de la Orientación Lacaniana
Secretario del Bureau de la AMP (Asociación Mundial de Psicoanálisis)
Co-fundador de la RED TyA (Red internacional de Toxicomanía y Alcoholismo del Campo freudiano)
mauriciotarrab@fibertel.com.ar

 

Resumen

Los "nuevos síntomas" muestran los límites de nuestra práctica bajo transferencia porque son paradigmáticos de esta época de
rechazo del saber, de la decadencia de las referencias ligadas a lo ideal, de vacilación de los semblantes de la cultura.

Palabras clave: nuevos síntomas, nuevas identificaciones, declinación de los ideales, práctica lacaniana

 

   
 

 

Producing new symptoms

 

Abstract

The new symptoms show the boundaries of our practice under transference because they are typical of this age of knowledge rejection, of decadence of ideal references, of vacillation of cultural aspects.

Keywords: new symptoms, new identifications, ideal decline, Lacanian practice

 

 

La novedad lacaniana

 

Aquello que hoy llamamos "nuevos síntomas" pone en evidencia los límites de nuestra práctica. Con su rechazo del Otro, no han sido del gusto de los psicoanalistas, aunque ya desde hace mucho tiempo que nos ocupamos de ellos en el Campo Freudiano, en un trabajo de anticipación que ha dado sus frutos.

Los "nuevos síntomas" muestran los límites de nuestra práctica bajo transferencia, porque son paradigmáticos de esta época de rechazo del saber, de decadencia de las referencias ligadas al ideal, de vacilación de los semblantes en la cultura.

La eficacia de nuestra práctica psicoanalítica y lacaniana, debemos demostrarla en este mundo, escéptico e increyente respecto de la eficacia del saber, a menos que sea un saber derivado de los números y encarnado en las tecnologías. Debemos demostrarla en este mundo, cada vez más canalla, ya que sus formas de dominio y sus tratamientos crueles se perfeccionan implacablemente; en este mundo, cada vez más cínico, que muestra con crudeza que al fin de cuentas solo importa el goce de cada quien.

Los desarrollos que entre nosotros se han hecho, en múltiples lugares del mundo dentro de  nuestra comunidad, son desarrollos que han teorizado sobre los "síntomas actuales"; que empezaron siendo "las nuevas formas del síntoma" y que ahora son los "nuevos síntomas y las nuevas angustias" de los que nos ocuparemos en esta Jornada. Esos desarrollos tienen una consistencia que ha pasado a la práctica. Y eso ha constituido, a mi juicio, la "novedad lacaniana" en el abordaje de los síntomas contemporáneos.

La novedad lacaniana, tuvo la prudencia de no hacer de la clínica de estos "nuevos síntomas", una clínica del consumo como el empuje del discurso de la época lo propone.

Porque una clínica del consumo, es la clínica que hacen los Alcohólicos anónimos. Una clínica del consumo, es la clínica de sustitución de la sustancia y de reducción del daño, que considera al consumo incurable.

Una clínica del consumo, es la clínica cognitivista-comportamental de condicionamiento para las anoréxicas; es la clínica de las reglamentaciones de la ingesta de comida, para las bulímicas.

Una clínica del consumo, es el conductivismo mezclado con la religiosidad, de las comunidades terapéuticas, que suponen que la reglamentación de la vida, del tiempo y del goce son una respuesta al consumo.

Una clínica del consumo, es la de los grupos que tratan a los adictos…a las drogas, al sexo, al juego, al trabajo... y a tantas otras cosas que pueden incluirse en una lista, que, como la lista de los productos que hacen de semblantes del objeto que falta, es interminable. Y lo será más aún, en tanto que sigamos haciendo del siglo XXI un shopping para algunos, un infierno de pobreza para otros.

Y esa prudencia lacaniana, se basó en considerar que una clínica del consumo es antianalítica; porque instala a los sujetos en categorías que los torna de inanalizables al descargarlos de la responsabilidad por sus prácticas y por sus goces.

Y ha sido justamente en oposición a esa clínica, que se ha construido la novedad lacaniana en el tratamiento de los "nuevos síntomas".

La novedad lacaniana ha sido establecer que hay una chance de hacer entrar eso que rechaza el saber, por decirlo así y ustedes me entenderán, en el campo freudiano.

La novedad sobre la que hemos venido trabajando, es que para mover algo de esa fijación, hay que reconstruir al Otro. Es la única vía para que emerja el efecto sujeto como respuesta de lo real, justo allí donde la respuesta de la época es la de poner un objeto del mundo, en el lugar de la inexistencia del objeto. La época lo consigue, sea a través de  los remedios de goce que nos ofrece el mercado tecnológico, o sea a través de la medicamentos avanzados de todo tipo, lo que demuestra que "tragarse la píldora" es el gran programa de prescripción terapéutica del presente.

Para nosotros al contrario, la  gran boca que debe preocuparnos no es la de los consumidores, la gran boca consumidora que hace de  correlato con la caída del Padre, es la gran boca del deseo materno cuyas consecuencias son siempre estragantes.

Y tengo que decir, ya que tengo la oportunidad de hacerlo hoy, que esa "novedad lacaniana" no es tan nueva. Los trabajos pioneros del GRETA[1] en Paris, anticipaban a fines de los ’80 "las nuevas formas del síntoma". Unos años más tarde, muy pocos entendían de que se trataba lo que hacíamos ,cuando avanzábamos en esa dirección, a partir de 1993, en Buenos Aires, con el TYA[2] , luego de la fundación de la EOL, constituyendo a partir de entonces lo que es hoy una Red [3]internacional del Campo Freudiano.

En 1994en su Informe a la Asamblea de la AMP Estado, Sociedad y Psicoanálisis[4], Eric Laurent anticipaba detalladamente las encrucijadas y los riesgos que enfrentamos hoy.

Ya En 1989 en Brasil, J.-A. Miller había dado un seminario que llamó Patologías de la Ética[5] , que sigue siendo en la actualidad para los "nuevos síntomas y las nuevas angustias" una referencia vigente. Se ve con claridad a esa dimensión ética jugar su partida allí donde el empuje contemporáneo al goce, reina. A partir de ese seminario, se abrió una vía por la que todo un campo de intervención se hizo posible.

Los hitos de todo ese esfuerzo de elaboración colectiva, son suficientemente conocidos y no insistiré en eso.

Ahora estamos bajo el impacto de una nueva vuelta de tuerca. Una nueva vuelta de tuerca que nos obliga a repensar  estos "nuevos síntomas", en el contexto de lo que Miller llamó en Comandatuba, hace solo unos meses, "el discurso hipermoderno".

Porque desde entonces, ya no es tan sencillo concebir nuestra operación, la operación analítica, como la que intenta hacer descender el objeto (a) del cenit de la civilización, para ponerlo como agente del discurso analítico. Esa es, a mi juicio, la reformulación del wo es war soll ich werden, que Lacan planteó en los años 70, en el final del seminario XVII.

Después de Comandatuba, ya no es tan fácil ubicar al psicoanálisis como reverso de la vida contemporánea. Lacan  le daba al psicoanálisis ese privilegio de ser el reverso, no de la "historia" contemporánea, sino de cualquier época de la que el psicoanálisis fuera contemporáneo. Y ya no es tan fácil afirmarlo, porque el discurso hipermoderno, tal como fue formulado, resulta ser homólogo del discurso analítico y no su reverso.

Ahí estamos hoy y estoy seguro que las consecuencias que extraigamos de esta vuelta de tuerca de aquí en adelante requerirá una nueva elaboración colectiva, que está toda por hacerse...entretanto… y ya que en esta misma Mesa se ha hablado ya de la Angustia, voy a plantear solo algunas vías de reflexión, incompletas y fragmentarias sobre "los nuevos síntomas".

A mi juicio  los "nuevos síntomas", cuando muestran los límites de nuestra práctica, están en línea con la última enseñanza de Lacan. O mejor dicho, los desarrollos de la última enseñanza de Lacan en lo que tocan y conmueven los pilares del psicoanálisis, ya estaban en línea con el presente.

La exclusión radical entre semblante y real, y sus consecuencias, se llevan muy bien con la época y sus "nuevos síntomas". El "estigma de lo real" que Lacan define en el Seminario sobre Joyce, y que implica  "ese no ligarse a nada", se nos presenta patéticamente en las patologías contemporáneas.

Y nuestro problema, el problema de nuestra práctica, nuestro problema "actual" es como concebir al psicoanálisis por fuera del Padre como operador de la castración de goce. Y debemos hacerlo en un contexto conceptual, que pone en cuestión, no solo la eficacia de nuestra práctica sobre los nuevos síntomas, sino que pone en cuestión la operación misma del psicoanálisis.

Sin embargo, la última enseñanza de Lacan, tal como la presenta la lectura que Miller viene realizando, muestra las vías por donde se sostiene esa práctica, la nuestra, a contramano del reino del Padre, a contramano del sentido freudiano, a contramano si se quiere de lo que ha sostenido al psicoanálisis como elaboración de saber, para hacer del Padre y del semblante un uso que permita "renovar el sentido del síntoma"[6].

 

Preservar lo heterogéneo

Sería un error, un error muy contemporáneo, que hiciéramos de  "los nuevos síntomas" una categoría homogénea. No lo haremos ahora que hemos luchado contra esa pendiente durante años. Sería además una debilidad conceptual, ya que las diferencias, las particularidades, la heterogeneidad, son evidentes.

La toxicomanía, la bulimia, la anorexia, los ataques de pánico, y todo lo que pongamos en esa bolsa, están muy cerca de lo que Lacan llamaba la operación salvaje del síntoma, y van a contramano de la vertiente simbólica del síntoma como  mensaje. Es el síntoma que no pide nada, que es fijación de goce.

Y algo de esa opacidad, que es la opacidad del goce respecto del sentido, es lo que encontramos allí como límite. Es algo de esa opacidad la que se desliza como la libido fuera de los toneles del Padre, en una sintonía completamente distinta a la de los síntomas freudianos.

Y toda la cuestión será saber si es posible empalmar, ese goce autístico de la repetición al Otro, allí donde el Otro está justamente en cuestión.

Preservar la heterogeneidad, puede ser muy bien una orientación en el tratamiento de estos "nuevos síntomas". Ir de la monotonía del Uno, del aburrimiento del Uno, a una experiencia de lo heterogéneo, es algo que un análisis debe procurarle a un sujeto. Ese forzamiento de lo uno hacia lo hetero, es la apuesta de la "novedad lacaniana" para los síntomas contemporáneos.

Creo a pesar de todo que en esa disparidad, en esa heterogeneidad que constituyen los "nuevos síntomas", se puede verificar una serie:

al lado del ascenso de la angustia y de la caída de la culpabilidad, proliferan las variadas formas modernas de la manía y de las urgencias del "no pienso"; junto a la cada vez más popularizada inercia de la depresión y la fatal increencia en el síntoma.

En esa disparidad se ve un hilo en común, el rechazo del inconsciente, y el esfuerzo por eludir la mal-dicción del sexo.

Si la eficacia de nuestra operación está puesta en cuestión, por el contrario los nuevos síntomas funcionan con un éxito indudable. La práctica lo demuestra.

 

Una joven que no era Otaku

Desde hace solo algunas semanas, veo en entrevistas a una  joven de 20 años que puede encuadrarse en lo que se ha llamado el síndrome Otaku.

J.-A. Miller contaba en su curso, un estudio de sociólogos japoneses sobre adolescentes que se pasan la vida, literalmente, frente a la pantalla de una de una computadora, lo que constituye su única actividad. No hacen otra cosa y por sobre todo lo que un, en el caso de mi joven paciente una Otaku quiere, es permanecer solo y que no lo molesten.

Mi paciente no es japonesa, pero parece en su presentación una Otaku de buena ley . Como tal no hace otra cosa que estar conectada a internet. A ver si lo dejo claro: no hace otra cosa.

La presión familiar, que incluyó desde enérgicos escándalos y amenazas, hasta cortes de la electricidad de su habitación, o sabotajes al disco duro de su computadora, se demuestran completamente inútiles. Solo la empujan a desaparecer de la casa, en un deambular de varios días por cybers-bar, a salvo de sabotajes y molestias para desesperación de su familia. Solo el hecho de que una discusión furiosa termina con un incontrolable episodio de angustia del Padre, logra hacerla salir hasta mi consultorio.

No tiene ninguna intención de hablar de nada y es capaz de demostrarme rápidamente y de manera directa su profundo desinterés por ese encuentro. Sin embargo tolera mis preguntas, que rápidamente me suenan a mi mismo inútiles.

Una serie de entrevistas, breves, muy breves, se suceden de ese modo hasta que un tanto harta de mi insistencia, y hasta diría de mi presencia allí, me dice que un día se declaró a si misma "un caso perdido".

- Ah, bueno!!!! --digo con todo el énfasis y el entusiasmo por haber hecho el hallazgo de un poco de agua en ese desierto-- un caso perdido!!!.

Algo sorprendida por la importancia que le doy a esta frase, se va, y a la entrevista siguiente vuelve solo para informarme que ya no tiene nada más para decir. Que no volverá, punto y aparte.

Era la última chance, claro, y les aseguro que al menos no iba a dejarla irse con esa mueca de desprecio pintada en el rostro. Volver a interrogar "el caso perdido" trae por fin, y para mi sorpresa esta vez sin mucha dificultad un significante nuevo: ella está inutilizada.

Eso abre ya un campo completamente nuevo para la joven, que duda de haber dicho lo que ha dicho...pero ya lo ha dicho, ya me lo ha dicho.

Al despedirla me dice que: si lo que dijo es así ella tendría que estar preocupada... Y sí, la verdad es que tendría que estarlo…

Bien, no puedo decir que hemos contrarrestado el síndrome Otaku con nuestro tour de force, pero es al menos una chance de hacer entrar algo de eso que no quiere saber en el campo de una interrogación sobre lo que está haciendo con su vida.

Si la época, si los síntomas actuales, resisten al discurso la apuesta analítica es hacer que se traduzca en términos de saber lo que se realiza como goce.

Es lo que hacemos al agregar esos puntos suspensivos al síntoma, como Lacan lo planteaba en el Saber del Psicoanalista[7]:

Inutilizada (...)

Hay que tratar que ese-uno-solo, aislado en el goce de estar inutilizada, se cifre. Eso muestra por otra parte, que por detrás del síndrome Otaku,  por detrás de la pantalla, hay otro goce que retenía a esta joven.

 

 

La lucidez de Juana de Arco

Por el contrario una joven anoréxica quiere hablar y habla mucho, habla muchísimo, aunque es evidente que frente a su degradación, "los poderes de la palabra", nuestras precarias armas del lenguaje y la palabra parecen  rendirse sin apelación. Habla y al mismo tiempo es inmune a los efectos de la palabra.

Reivindica su derecho a permanecer flaca, a no engordar y además no acepta argumentos fundados en lo saludable mostrando sin saberlo, la diferencia que Lacan hace entre el Bienestar y el Bien para señalar las aporías del goce y de la ética del bienestar[8].

Quien la escuchaba intentaba encontrar las causas, los determinantes, los momentos decisivos, que hubieran causado eso que se traducía en un cuerpo adelgazado hasta el límite mismo de la supervivencia, y un mundo subjetivo reducido al régimen. Un mundo magro, enflaquecido, mínimo.

Y se choca siempre con la misma pared: no hay otra escena más allá del cuerpo y la alimentación...no hay otra escena más que el circuito infernal del régimen y el adelgazamiento, de la internación y los cuidados intensivos.

El fárrago de sus palabras, trae sin embargo un dato: la joven dice que " todo empezó de golpe, todo junto, el cuerpo cambiando, la menstruación, volverse mujer, los muchachos..."

Podemos creerle...que fue el golpe de la irrupción de la sexualidad en su talle de niña, en su envoltorio de niña, que aún trata de seguir teniendo bien ajustado.

Podemos creerle... que fue a partir del golpe de ese real, que se ha precipitado su respuesta impactante. Esa respuesta que alrededor del los 14 años, cuando se la trata, ya se ha constituído en una anorexia incoercible que la ha tenido al borde de la muerte.

Pero aún habla...y de la nada, de una anécdota más como las que siempre cuenta, aparece Juana de Arco. Juana de Arco, su historia en el cine y de la que dice, mostrando una lucidez  que saca de no se sabe donde: "Lo importante de Juana de Arco, es que ella luchó contra... la pubertad".

Se pueden decir muchas cosas de esa historia: Dios, la Patria, la iluminación... pero nuestra joven paciente hace una interpretación impecable, una interpretación de la enunciación de Juana de Arco y de la suya, claro.

Era por cierto la oportunidad de no dejar escapar esa figura y que Juana de Arco, ahora la Juana de Arco que es nuestra joven magra, cifrara  algo de ese goce. Que cifrara algo de eso "femenino", contra lo que Juana de Arco, nuestra paciente, lucha vigorosamente.

Es con la anorexia, un significante tomado de la cultura, que nuestra joven se ha acercado al agujero que le ha producido el golpe de la pubertad, y por allí ella misma se desliza hacia la muerte.

Se ve entonces cuánto podría ganarse en pasar del goce opaco y silencioso de la boca cerrada e intratable, a las declinaciones de la significación del sacrificio, de las que tendrá eventualmente que separarse.

Tomarse de estas pequeñas hilachas, y tratar de hacer con eso una nueva inscripción, inédita, es la orientación que a mi  juicio conviene. Por lo general  es la única chance que tenemos. Es así como leo una aplicación de esa "transferencia de goce al inconsciente"[9] de la que Lacan habla en Radiofonía.

Para este caso en particular diré que aunque ese movimiento se produzca, faltará aún encontrar para ella, un punto de suplencia que pueda sostenerla frente a ese goce que aún la devora.

 

Producir nuevos síntomas

Jacques Lacan se dedica en muchas ocasiones a pensar la relación entre el goce opaco del síntoma y la operación analítica. Pero es en la clase del 13-1-76 donde precisa la diferencia entre la "sutura", freudiana, que produce la significación inconsciente y el  "empalme", lacaniano, que define como lo que caracteriza nuestra operación. Ese empalme, dice Lacan, intenta "volver ese goce (jouissance) posible, es lo que escribo (j’ ouis sens), es lo mismo que oir allí un sentido".[10]

La operación freudiana obtiene del desciframiento, la clave del síntoma. Pero fracasa en conmover estos nuevos síntomas de la época que rechazan el Inconsciente y prescinden del Otro.

La práctica lacaniana espera producir nuevos síntomas, dejándose enredar un poco por el Padre[11], aunque desfallezca, para obtener que se cifre el goce opaco de las prácticas que llamamos "nuevos síntomas".

A mi juicio no hay desciframiento de la anorexia, ni de la intoxicación, ni del pánico, ni de la computadora. Eso no se descifra. Hay que producir un corte en su funcionamiento, para que lo que se realiza como goce se enrede en esas pocas hilachas de goce-sentido, que le dé a ese goce opaco una nueva orientación.

No hay desciframiento del sentido inconsciente de la boca cerrada, del vómito o de la operación toxicómana. Hay que alterar su funcionamiento, en una operación que está más cerca del Padre traumático que del Padre simbólico.

A partir de allí el goce circulará en una metonimia que le hará tomar otro sentido. No el sentido–significación, sino el sentido como una nueva orientación para ese goce.

No se trata en esto de  hacer un elogio del jouisens, ni de restaurar al Padre. Se trata de algunos de sus usos posibles. Al fin de cuentas como lo afirma Lacan en Televisión: "En el desvarío de nuestro goce, solo existe el Otro para situarlo".

 

Para finalizar quiero hacer una precisión que quizás los casos que mencioné pueden hacer pasar por alto, pero que puede vislumbrarse en el caso de Juana de Arco. Estos "nuevos síntomas", en algunos casos tienen una función de nominación. En eso muestran su homología con lo que Lacan llamaba la función radical del nombre del Padre: que es la función de dar nombre a las cosas, hasta dar nombre al gozar.

Nombrar ese fuera de sentido, hacerse un nombre a expensas de ese fuera de sentido, puede ser muy bien una suplencia imprescindible que haríamos muy bien en no conmover. Son casos en que se abre una dimensión clínica más delicada aún de la que estoy exponiendo ahora.

No hay entonces que ceder al impulso homogeneizador de la época. En cada caso vale la prudencia de Freud cuando afirmaba que él no abría algunas puertas sin estremecerse.

 

Referencias bibliográficas


[1] GRETA: Groupe de Recherches et d’Etudes sur la Toxicomanie et l’Alcoolisme. Institut du Champ freudien - Paris

[2] TyA: Grupo de investigación en Toxicomanía y Alcoholismo. Instituto del Campo Freudiano – Buenos Aires

[3] RED TyA: Red internacional de grupos e instituciones del Campo Freudiano.

[4] Laurent, E. Informe a la Asamblea de la AMP. Em: Estado, Sociedad y Psicoanálisis. Paris, 1994.

[5] Miller, J.-A."Patologías de la ética": II Encontro Brasileiro do Campo freudiano, São Paulo,1989. En: Lógicas de la vida amorosa. Buenos Aires: Manantial. 1991.

[6] Id. (2004) “Uma fantasia”. VI Congresso da Associação Mundial de Psicanálise, Comandatuba (BA-Brasil). Em: Opção Lacaniana, n. 42. SP: Eólia, fev/2005, p. 7-18.

[7] Lacan, J. Seminario El saber del Psicoanalista (1971-72). Inédito

[8] Id. Seminario VII: La Ética del Psicoanálisis (1959-60). Buenos Aires: Paidós. Capítulos 1, 2 e 3.

[9] Id. Radiofonía. Barcelona: Anagrama.

[10] “[…] Ce qui est caractéristique de notre opération, rendre cette jouissence possible, c’est la même chose que ce que j’écrirai j’ouïs-sens. C’est la même chose que d’ouïr un sens”. (Id. (1975/76) Seminario XXIII, Le Sinthome. Paris: Seuil, 2005, p. 73).

[11] "Solo se despierta por ese goce, un goce desvalorizado por el hecho de que el análisis para resolverlo, no tiene ninguna posibilidad de lograrlo sino es dejándose enredar...por el Padre, como lo indiqué" (Id. “Conferencia sobre Joyce II”. Inédito)