La novedad lacaniana
Aquello que hoy llamamos "nuevos síntomas" pone
en evidencia los límites de nuestra práctica. Con su rechazo del
Otro, no han sido del gusto de los psicoanalistas, aunque ya
desde hace mucho tiempo que nos ocupamos de ellos en el Campo
Freudiano, en un trabajo de anticipación que ha dado sus frutos.
Los "nuevos síntomas" muestran los límites de
nuestra práctica bajo transferencia, porque son paradigmáticos
de esta época de rechazo del saber, de decadencia de las
referencias ligadas al ideal, de vacilación de los semblantes en
la cultura.
La eficacia de nuestra práctica psicoanalítica y
lacaniana, debemos demostrarla en este mundo, escéptico e
increyente respecto de la eficacia del saber, a menos que sea un
saber derivado de los números y encarnado en las tecnologías.
Debemos demostrarla en este mundo, cada vez más canalla, ya que
sus formas de dominio y sus tratamientos crueles se perfeccionan
implacablemente; en este mundo, cada vez más cínico, que muestra
con crudeza que al fin de cuentas solo importa el goce de cada
quien.
Los desarrollos que entre nosotros se han hecho,
en múltiples lugares del mundo dentro de nuestra comunidad, son
desarrollos que han teorizado sobre los "síntomas actuales"; que
empezaron siendo "las nuevas formas del síntoma" y que ahora son
los "nuevos síntomas y las nuevas angustias" de los que nos
ocuparemos en esta Jornada. Esos desarrollos tienen una
consistencia que ha pasado a la práctica. Y eso ha constituido,
a mi juicio, la "novedad lacaniana" en el abordaje de los
síntomas contemporáneos.
La novedad lacaniana, tuvo la prudencia de no
hacer de la clínica de estos "nuevos síntomas", una clínica del
consumo como el empuje del discurso de la época lo propone.
Porque una clínica del consumo, es la clínica que
hacen los Alcohólicos anónimos. Una clínica del consumo, es la
clínica de sustitución de la sustancia y de reducción del daño,
que considera al consumo incurable.
Una clínica del consumo, es la clínica
cognitivista-comportamental de condicionamiento para las
anoréxicas; es la clínica de las reglamentaciones de la ingesta
de comida, para las bulímicas.
Una clínica del consumo, es el conductivismo
mezclado con la religiosidad, de las comunidades terapéuticas,
que suponen que la reglamentación de la vida, del tiempo y del
goce son una respuesta al consumo.
Una clínica del consumo, es la de los grupos que
tratan a los adictos…a las drogas, al sexo, al juego, al
trabajo... y a tantas otras cosas que pueden incluirse en una
lista, que, como la lista de los productos que hacen de
semblantes del objeto que falta, es interminable. Y lo será más
aún, en tanto que sigamos haciendo del siglo XXI un shopping
para algunos, un infierno de pobreza para otros.
Y esa prudencia lacaniana, se basó en considerar
que una clínica del consumo es antianalítica; porque instala a
los sujetos en categorías que los torna de inanalizables al
descargarlos de la responsabilidad por sus prácticas y por sus
goces.
Y ha sido justamente en oposición a esa clínica,
que se ha construido la novedad lacaniana en el tratamiento de
los "nuevos síntomas".
La novedad lacaniana ha sido establecer que hay
una chance de hacer entrar eso que rechaza el saber, por decirlo
así y ustedes me entenderán, en el campo freudiano.
La novedad sobre la que hemos venido trabajando,
es que para mover algo de esa fijación, hay que reconstruir al
Otro. Es la única vía para que emerja el efecto sujeto como
respuesta de lo real, justo allí donde la respuesta de la época
es la de poner un objeto del mundo, en el lugar de la
inexistencia del objeto. La época lo consigue, sea a través de
los remedios de goce que nos ofrece el mercado tecnológico, o
sea a través de la medicamentos avanzados de todo tipo, lo que
demuestra que "tragarse la píldora" es el gran programa de
prescripción terapéutica del presente.
Para nosotros al contrario, la gran boca que
debe preocuparnos no es la de los consumidores, la gran boca
consumidora que hace de correlato con la caída del Padre, es la
gran boca del deseo materno cuyas consecuencias son siempre
estragantes.
Y tengo que decir, ya que tengo la oportunidad de
hacerlo hoy, que esa "novedad lacaniana" no es tan nueva. Los
trabajos pioneros del GRETA[1]
en Paris, anticipaban a fines de los ’80 "las nuevas formas del
síntoma". Unos años más tarde, muy pocos entendían de que se
trataba lo que hacíamos ,cuando avanzábamos en esa dirección, a
partir de 1993, en Buenos Aires, con el TYA[2]
, luego de la fundación de la EOL, constituyendo a partir de
entonces lo que es hoy una Red
[3]internacional
del Campo Freudiano.
En
1994en su Informe a la Asamblea de la AMP
Estado, Sociedad y Psicoanálisis[4],
Eric Laurent anticipaba detalladamente las encrucijadas y los
riesgos que enfrentamos hoy.
Ya En
1989 en Brasil, J.-A. Miller había dado un seminario que llamó
Patologías de la Ética[5]
, que sigue siendo en la actualidad para los "nuevos síntomas y
las nuevas angustias" una referencia vigente. Se ve con claridad
a esa dimensión ética jugar su partida allí donde el empuje
contemporáneo al goce, reina. A partir de ese seminario, se
abrió una vía por la que todo un campo de intervención se hizo
posible.
Los hitos de todo ese esfuerzo de elaboración
colectiva, son suficientemente conocidos y no insistiré en eso.
Ahora estamos bajo el impacto de una nueva vuelta
de tuerca. Una nueva vuelta de tuerca que nos obliga a repensar
estos "nuevos síntomas", en el contexto de lo que Miller llamó
en Comandatuba, hace solo unos meses, "el discurso hipermoderno".
Porque desde entonces, ya no es tan sencillo
concebir nuestra operación, la operación analítica, como la que
intenta hacer descender el objeto (a) del cenit de la
civilización, para ponerlo como agente del discurso analítico.
Esa es, a mi juicio, la reformulación del wo es war soll ich
werden, que Lacan planteó en los años 70, en el final del
seminario XVII.
Después de Comandatuba, ya no es tan fácil ubicar
al psicoanálisis como reverso de la vida contemporánea. Lacan
le daba al psicoanálisis ese privilegio de ser el reverso, no de
la "historia" contemporánea, sino de cualquier época de la que
el psicoanálisis fuera contemporáneo. Y ya no es tan fácil
afirmarlo, porque el discurso hipermoderno, tal como fue
formulado, resulta ser homólogo del discurso analítico y no su
reverso.
Ahí estamos hoy y estoy seguro que las
consecuencias que extraigamos de esta vuelta de tuerca de aquí
en adelante requerirá una nueva elaboración colectiva, que está
toda por hacerse...entretanto… y ya que en esta misma Mesa se ha
hablado ya de la Angustia, voy a plantear solo algunas vías de
reflexión, incompletas y fragmentarias sobre "los nuevos
síntomas".
A mi juicio los "nuevos síntomas", cuando
muestran los límites de nuestra práctica, están en línea con la
última enseñanza de Lacan. O mejor dicho, los desarrollos de la
última enseñanza de Lacan en lo que tocan y conmueven los
pilares del psicoanálisis, ya estaban en línea con el presente.
La exclusión radical entre semblante y real, y
sus consecuencias, se llevan muy bien con la época y sus "nuevos
síntomas". El "estigma de lo real" que Lacan define en el
Seminario sobre Joyce, y que implica "ese no ligarse a nada",
se nos presenta patéticamente en las patologías contemporáneas.
Y nuestro problema, el problema de nuestra
práctica, nuestro problema "actual" es como concebir al
psicoanálisis por fuera del Padre como operador de la castración
de goce. Y debemos hacerlo en un contexto conceptual, que pone
en cuestión, no solo la eficacia de nuestra práctica sobre los
nuevos síntomas, sino que pone en cuestión la operación misma
del psicoanálisis.
Sin
embargo, la última enseñanza de Lacan, tal como la presenta la
lectura que Miller viene realizando, muestra las vías por donde
se sostiene esa práctica, la nuestra, a contramano del reino del
Padre, a contramano del sentido freudiano, a contramano si se
quiere de lo que ha sostenido al psicoanálisis como elaboración
de saber, para hacer del Padre y del semblante un uso que
permita "renovar el sentido del síntoma"[6].
Preservar lo heterogéneo
Sería un error, un error muy contemporáneo, que
hiciéramos de "los nuevos síntomas" una categoría homogénea. No
lo haremos ahora que hemos luchado contra esa pendiente durante
años. Sería además una debilidad conceptual, ya que las
diferencias, las particularidades, la heterogeneidad, son
evidentes.
La toxicomanía, la bulimia, la anorexia, los
ataques de pánico, y todo lo que pongamos en esa bolsa, están
muy cerca de lo que Lacan llamaba la operación salvaje del
síntoma, y van a contramano de la vertiente simbólica del
síntoma como mensaje. Es el síntoma que no pide nada, que es
fijación de goce.
Y algo de esa opacidad, que es la opacidad del
goce respecto del sentido, es lo que encontramos allí como
límite. Es algo de esa opacidad la que se desliza como la libido
fuera de los toneles del Padre, en una sintonía completamente
distinta a la de los síntomas freudianos.
Y toda la cuestión será saber si es posible
empalmar, ese goce autístico de la repetición al Otro, allí
donde el Otro está justamente en cuestión.
Preservar la heterogeneidad, puede ser muy bien
una orientación en el tratamiento de estos "nuevos síntomas". Ir
de la monotonía del Uno, del aburrimiento del Uno, a una
experiencia de lo heterogéneo, es algo que un análisis debe
procurarle a un sujeto. Ese forzamiento de lo uno hacia lo
hetero, es la apuesta de la "novedad lacaniana" para los
síntomas contemporáneos.
Creo a pesar de todo que en esa disparidad, en
esa heterogeneidad que constituyen los "nuevos síntomas", se
puede verificar una serie:
al lado del ascenso de la angustia y de la caída
de la culpabilidad, proliferan las variadas formas modernas de
la manía y de las urgencias del "no pienso"; junto a la cada vez
más popularizada inercia de la depresión y la fatal increencia
en el síntoma.
En esa disparidad se ve un hilo en común, el
rechazo del inconsciente, y el esfuerzo por eludir la
mal-dicción del sexo.
Si la eficacia de nuestra operación está puesta
en cuestión, por el contrario los nuevos síntomas funcionan con
un éxito indudable. La práctica lo demuestra.
Una joven que no era Otaku
Desde hace solo algunas semanas, veo en
entrevistas a una joven de 20 años que puede encuadrarse en lo
que se ha llamado el síndrome Otaku.
J.-A. Miller contaba en su curso, un estudio de
sociólogos japoneses sobre adolescentes que se pasan la vida,
literalmente, frente a la pantalla de una de una computadora, lo
que constituye su única actividad. No hacen otra cosa y por
sobre todo lo que un, en el caso de mi joven paciente una
Otaku quiere, es permanecer solo y que no lo molesten.
Mi paciente no es japonesa, pero parece en su
presentación una Otaku de buena ley . Como tal no hace otra cosa
que estar conectada a internet. A ver si lo dejo claro: no hace
otra cosa.
La presión familiar, que incluyó desde enérgicos
escándalos y amenazas, hasta cortes de la electricidad de su
habitación, o sabotajes al disco duro de su computadora, se
demuestran completamente inútiles. Solo la empujan a desaparecer
de la casa, en un deambular de varios días por cybers-bar, a
salvo de sabotajes y molestias para desesperación de su familia.
Solo el hecho de que una discusión furiosa termina con un
incontrolable episodio de angustia del Padre, logra hacerla
salir hasta mi consultorio.
No tiene ninguna intención de hablar de nada y es
capaz de demostrarme rápidamente y de manera directa su profundo
desinterés por ese encuentro. Sin embargo tolera mis preguntas,
que rápidamente me suenan a mi mismo inútiles.
Una serie de entrevistas, breves, muy breves, se
suceden de ese modo hasta que un tanto harta de mi insistencia,
y hasta diría de mi presencia allí, me dice que un día se
declaró a si misma "un caso perdido".
- Ah, bueno!!!! --digo con todo el énfasis y el
entusiasmo por haber hecho el hallazgo de un poco de agua en ese
desierto-- un caso perdido!!!.
Algo sorprendida por la importancia que le doy a
esta frase, se va, y a la entrevista siguiente vuelve solo para
informarme que ya no tiene nada más para decir. Que no volverá,
punto y aparte.
Era la última chance, claro, y les aseguro que al
menos no iba a dejarla irse con esa mueca de desprecio pintada
en el rostro. Volver a interrogar "el caso perdido" trae por
fin, y para mi sorpresa esta vez sin mucha dificultad un
significante nuevo: ella está
inutilizada.
Eso abre ya un campo completamente nuevo para la
joven, que duda de haber dicho lo que ha dicho...pero ya lo ha
dicho, ya me lo ha dicho.
Al despedirla me dice que: si lo que dijo es así
ella tendría que estar preocupada... Y sí, la verdad es que
tendría que estarlo…
Bien, no puedo decir que hemos contrarrestado el
síndrome Otaku con nuestro tour de force, pero es al
menos una chance de hacer entrar algo de eso que no quiere saber
en el campo de una interrogación sobre lo que está haciendo con
su vida.
Si la época, si los síntomas actuales, resisten
al discurso la apuesta analítica es hacer que se traduzca en
términos de saber lo que se realiza como goce.
Es lo
que hacemos al agregar esos puntos suspensivos al síntoma, como
Lacan lo planteaba en el Saber del Psicoanalista[7]:
Inutilizada (...)
Hay que tratar que ese-uno-solo, aislado en el
goce de estar inutilizada, se cifre. Eso muestra por otra parte,
que por detrás del síndrome Otaku, por detrás de la pantalla,
hay otro goce que retenía a esta joven.
La lucidez de Juana de Arco
Por el contrario una joven anoréxica quiere
hablar y habla mucho, habla muchísimo, aunque es evidente que
frente a su degradación, "los poderes de la palabra", nuestras
precarias armas del lenguaje y la palabra parecen rendirse sin
apelación. Habla y al mismo tiempo es inmune a los efectos de la
palabra.
Reivindica su derecho a permanecer flaca, a no engordar y además
no acepta argumentos fundados en lo saludable mostrando sin
saberlo, la diferencia que Lacan hace entre el Bienestar y el
Bien para señalar las aporías del goce y de la ética del
bienestar[8].
Quien la escuchaba intentaba encontrar las
causas, los determinantes, los momentos decisivos, que hubieran
causado eso que se traducía en un cuerpo adelgazado hasta el
límite mismo de la supervivencia, y un mundo subjetivo reducido
al régimen. Un mundo magro, enflaquecido, mínimo.
Y se choca siempre con la misma pared: no hay
otra escena más allá del cuerpo y la alimentación...no hay otra
escena más que el circuito infernal del régimen y el
adelgazamiento, de la internación y los cuidados intensivos.
El fárrago de sus palabras, trae sin embargo un
dato: la joven dice que " todo empezó
de golpe, todo junto, el cuerpo cambiando, la menstruación,
volverse mujer, los muchachos..."
Podemos creerle...que fue el golpe de la
irrupción de la sexualidad en su talle de niña, en su envoltorio
de niña, que aún trata de seguir teniendo bien ajustado.
Podemos creerle... que fue a partir del golpe de
ese real, que se ha precipitado su respuesta impactante. Esa
respuesta que alrededor del los 14 años, cuando se la trata, ya
se ha constituído en una anorexia incoercible que la ha tenido
al borde de la muerte.
Pero aún habla...y de la nada, de una anécdota
más como las que siempre cuenta, aparece Juana de Arco.
Juana de Arco, su historia en el cine y de la que dice,
mostrando una lucidez que saca de no se sabe donde: "Lo
importante de Juana de Arco, es que ella luchó contra... la
pubertad".
Se pueden decir muchas cosas de esa historia:
Dios, la Patria, la iluminación... pero nuestra joven paciente
hace una interpretación impecable, una interpretación de la
enunciación de Juana de Arco y de la suya, claro.
Era por cierto la oportunidad de no dejar escapar
esa figura y que Juana de Arco, ahora la Juana de Arco
que es nuestra joven magra, cifrara algo de ese goce. Que
cifrara algo de eso "femenino", contra lo que Juana de Arco,
nuestra paciente, lucha vigorosamente.
Es con la anorexia, un significante tomado de la
cultura, que nuestra joven se ha acercado al agujero que le ha
producido el golpe de la pubertad, y por allí ella misma se
desliza hacia la muerte.
Se ve entonces cuánto podría ganarse en pasar del
goce opaco y silencioso de la boca cerrada e intratable, a las
declinaciones de la significación del sacrificio, de las que
tendrá eventualmente que separarse.
Tomarse de estas pequeñas hilachas, y tratar de hacer con eso
una nueva inscripción, inédita, es la orientación que a mi
juicio conviene. Por lo general es la única chance que tenemos.
Es así como leo una aplicación de esa "transferencia de goce al
inconsciente"[9]
de la que Lacan habla en Radiofonía.
Para este caso en particular diré que aunque ese
movimiento se produzca, faltará aún encontrar para ella, un
punto de suplencia que pueda sostenerla frente a ese goce que
aún la devora.
Producir nuevos síntomas
Jacques Lacan se dedica en muchas ocasiones a pensar la relación
entre el goce opaco del síntoma y la operación analítica. Pero
es en la clase del 13-1-76 donde precisa la diferencia entre la
"sutura", freudiana, que produce la significación inconsciente y
el "empalme", lacaniano, que define como lo que caracteriza
nuestra operación. Ese empalme, dice Lacan, intenta
"volver ese goce (jouissance) posible, es lo que escribo (j’
ouis sens), es lo mismo que oir allí un sentido".[10]
La operación freudiana obtiene del
desciframiento, la clave del síntoma. Pero fracasa en conmover
estos nuevos síntomas de la época que rechazan el Inconsciente y
prescinden del Otro.
La
práctica lacaniana espera producir nuevos síntomas,
dejándose enredar un poco por el Padre[11],
aunque desfallezca, para obtener que se cifre el goce opaco de
las prácticas que llamamos "nuevos síntomas".
A mi juicio no hay desciframiento de la anorexia,
ni de la intoxicación, ni del pánico, ni de la computadora. Eso
no se descifra. Hay que producir un corte en su funcionamiento,
para que lo que se realiza como goce se enrede en esas pocas
hilachas de goce-sentido, que le dé a ese goce opaco una nueva
orientación.
No hay desciframiento del sentido inconsciente de
la boca cerrada, del vómito o de la operación toxicómana. Hay
que alterar su funcionamiento, en una operación que está más
cerca del Padre traumático que del Padre simbólico.
A partir de allí el goce circulará en una
metonimia que le hará tomar otro sentido. No el
sentido–significación, sino el sentido como una nueva
orientación para ese goce.
No se trata en esto de hacer un elogio del
jouisens, ni de restaurar al Padre. Se trata de algunos de
sus usos posibles. Al fin de cuentas como lo afirma Lacan en
Televisión: "En el desvarío de nuestro goce, solo existe el Otro
para situarlo".
Para finalizar quiero hacer una precisión que
quizás los casos que mencioné pueden hacer pasar por alto, pero
que puede vislumbrarse en el caso de Juana de Arco. Estos
"nuevos síntomas", en algunos casos tienen una función de
nominación. En eso muestran su homología con lo que Lacan
llamaba la función radical del nombre del Padre: que es la
función de dar nombre a las cosas, hasta dar nombre al gozar.
Nombrar ese fuera de sentido, hacerse un nombre a
expensas de ese fuera de sentido, puede ser muy bien una
suplencia imprescindible que haríamos muy bien en no conmover.
Son casos en que se abre una dimensión clínica más delicada aún
de la que estoy exponiendo ahora.
No hay entonces que ceder al impulso
homogeneizador de la época. En cada caso vale la prudencia de
Freud cuando afirmaba que él no abría algunas puertas sin
estremecerse.
Referencias bibliográficas
[1]
GRETA: Groupe de Recherches et d’Etudes sur la Toxicomanie
et l’Alcoolisme.
Institut du Champ freudien - Paris
[2]
TyA: Grupo de investigación en Toxicomanía y Alcoholismo.
Instituto del Campo Freudiano – Buenos Aires
[3]
RED TyA: Red internacional de grupos e instituciones del
Campo Freudiano.
[4]
Laurent, E.
Informe a la Asamblea de la AMP. Em: Estado, Sociedad y
Psicoanálisis. Paris, 1994.
[5]
Miller, J.-A."Patologías
de la ética": II Encontro Brasileiro do Campo freudiano, São
Paulo,1989.
En: Lógicas de la vida amorosa. Buenos Aires:
Manantial. 1991.
[6]
Id. (2004) “Uma fantasia”. VI Congresso da Associação
Mundial de Psicanálise, Comandatuba (BA-Brasil). Em:
Opção Lacaniana, n. 42. SP: Eólia, fev/2005, p. 7-18.
[7]
Lacan, J.
Seminario El saber del Psicoanalista (1971-72). Inédito
[8]
Id. Seminario VII: La Ética del Psicoanálisis
(1959-60). Buenos Aires: Paidós. Capítulos 1, 2 e 3.
[9]
Id. Radiofonía.
Barcelona: Anagrama.
[10]
“[…] Ce qui est caractéristique de notre opération, rendre
cette jouissence possible, c’est la même chose que ce que
j’écrirai j’ouïs-sens. C’est la même chose que d’ouïr
un sens”.
(Id.
(1975/76) Seminario XXIII, Le Sinthome. Paris: Seuil,
2005, p. 73).
[11]
"Solo se despierta por ese goce, un goce desvalorizado por
el hecho de que el análisis para resolverlo, no tiene
ninguna posibilidad de lograrlo sino es dejándose
enredar...por el Padre, como lo indiqué" (Id.
“Conferencia sobre Joyce II”. Inédito)
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