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Notas
sobre el cuerpo |
Resumen Desde
sus primeros trabajos acerca de las parálisis orgánicas,
motrices e histéricas, Freud diferencia el cuerpo anátomo–biológico
de otro cuerpo, ligado a lo simbólico y especialmente destinado a
poner en descubierto las verdades más secretas del sujeto sin que
este lo sepa o disponga las cosas de otra manera. Por eso, la
enfermedad debía descifrarse en un código por completo ajeno a
lo orgánico, donde el deseo reprimido por el sujeto mismo – y
no por los mandatos paternos, como suele decirse – desviaba a la
libido de su cauce previsto. Aparece entonces un cuerpo simbólico
en el cual dicha libido inscribe mensajes codificados que
perturban, inhiben, modifican la innervación nerviosa anatómica
como ocurre en la histeria cuando no el pensamiento, como ocurre
en las neurosis obsesivas, que lo erotizan Palabras-clave: psicoanálisis,
caso clínico, corpo, histeria.
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Abstract Since his first works about the organic paralysis, motor, hysterical,
Freud differs the anatomic pathological body from the other body,
linked to the symbolic and especially destined to reveal the most
secret truths of the subject without this one knowing or deploying
things in another way. That is why the sickness should be
deciphered in a completely different code from the organic, where
the desire that the subject himself stresses – and not thanks to
the fatherly imperatives as we usually say – diverts the libido
from its foreseen cause. Then a symbolic body appears in which
this libido writes code messages that disturb, suppress, change
the anatomical neuronal enervation like it occurs in hysteria or
in thoughts, like it occurs in the obsessive neurosis that
erotizes him.
Keywords: psychoanalytical clinic,
body, symptom, hysteria, obsessive neurosis
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Jane
tiene alrededor de 40 años y dos niños de un matrimonio
anterior. Su demanda de análisis se teje alrededor de una
dificultad: le cuesta arrancar, la inercia gana el paso sobre el
movimiento, no consigue “ponerse” a ejercer su profesión,
pese a las estrecheces económicas a las que se ve sometida desde
su separación. Esta dificultad contrasta con lo que relata acerca
de su juventud, durante la cual tuvo una excelente situación
laboral, viajó a Europa, tomó decisiones difíciles, incluida la
de dejar a su pudiente marido por un hombre con el que sin embargo
no se atreve a convivir, a oficializar la relación. Daniel,
por el contrario, es un joven decidido a experimentar su
homosexualidad en todas las facetas que se le presentan. Poseedor
de un par de títulos universitarios de grado y postgrado, se
desempeña sin problemas como docente en diversas carreras. Es una
solución transitoria que le permite tener largas vacaciones para
escribir, su verdadera pasión. Sin embargo lo aquejan permanentes
eclosiones de dermatitis atópicas mal diagnosticadas que lastiman
sus manos, codos, partes del pecho, el dorso de sus rodillas y con
frecuencia le impiden trabajar, sea en la universidad, sea en su
casa. Pamela
tiene cincuenta y tres años y se encuentra en una encrucijada. La
empresa que creó y dirigió por más de quince años, que le
permitió solventar la crianza de sus hijas cuando quedó viuda,
está a punto de irse a pique. “Agotada y enferma de remar
contra la corriente en un medio que se había vuelto muy
competitivo, ha soltado el timón” y ya no puede distinguir cual
es causa de qué, si los dolores de las dificultades de la empresa
o la empresa de sus trastornos. Dice que “el padecer la acompaña”
por doquier. Pablito
es un niño insomne y que pese a sus 11 años se orina de noche.
Sus dibujos y breves sueños están poblados de monstruos y
malhechores armados con ametralladoras que lo acosan. Interrogado
acerca de ellos, manifiesta de forma bastante transparente su
sentimiento de culpabilidad y necesidad de castigo encarnado por
la voz del feroz superyo materno. La
lista de ejemplos podría continuar con otras inhibiciones, otros
síntomas y otras angustias pero siempre podríamos encontrar en
la diversidad del uno por uno un rasgo común: el cuerpo afectado
del parlêtre. ¿Que
es el cuerpo? Esta
pregunta así planteada es, en verdad, incompleta. Para
responderla conviene delimitar el universo en el que teorizamos y
al cual nos referimos. Es el que denominamos discurso analítico (Lacan,
1969-70). Desde
esta perspectiva intentaremos precisar un término muy trajinado
en discursos como el de la medicina, la biología, la filosofía,
cuando no en el discurso que llamamos común. Entre
todos ellos y el discurso analítico hay diferencias esenciales,
al punto que podríamos sostener que este último va en sentido
contrario al sentido común. Por lo general nos encontramos con
una constante: el cuerpo, entero o fraccionado en partes y órganos,
es asimilado a la res extensa cartesiana, una unidad sustancial con un saber propio
que garantiza su nutrición, crecimiento, desarrollo y reproducción. Además,
esta idea de cuerpo genera la necesidad de una estructura
diferenciada, designada como alma o mente (a su vez distinto del
cerebro), sede de percepciones, emociones, sentimientos, voluntad
y memoria responsables de su correcto funcionamiento. Entre
ambos, extensión y pensamiento, se constituye un individuo, la
persona, sujeto del derecho, capaz de formar una célula mayor, la
familia y la sociedad como conjuntos de dichos individuos. Ambos
están estrechamente relacionados pues el perceptum,
o mundo supuestamente objetivo, es exterior al percipiens y este necesita de sus sentidos para incorporarlo y
utilizar sus capacidades de ser hablante. Como
ya forma parte del acervo cultural, no creo necesario hacer
demasiado hincapié en la revolución conceptual provocada por
Freud con relación al cuerpo. Desde
sus primeros trabajos acerca de las “Parálisis orgánicas,
motrices e histéricas”
(1893 [1888-1893]),
Freud diferencia el cuerpo anátomo–biológico de otro cuerpo
– ligado a lo simbólico y especialmente destinado a poner en
descubierto las verdades más secretas del sujeto sin que este lo
sepa o disponga las cosas de otra manera. Sus varios ejemplos clínicos
dan cuenta de este descubrimiento, haciendo girar en redondo la
definición misma de enfermedad. A menudo, indicaba Freud para
perturbación y escándalo de su comunidad, esta debía
descifrarse en un código por completo ajeno a lo orgánico, donde
el deseo reprimido por el sujeto mismo – y no por los mandatos
paternos, como suele decirse – desviaba a la libido de su cauce
previsto. Aparece
entonces un cuerpo simbólico en el cual dicha libido inscribe
mensajes codificados que perturban, inhiben, modifican la
innervación nerviosa anatómica como ocurre en la histeria cuando
no el pensamiento, como ocurre en las neurosis obsesivas que lo
erotizan. Lo
mismo ocurre con la sexualidad, pues la diferencia entre los sexos
parece simple. Sin embargo la identidad sexual no es del orden del
puro hecho biológico de la reproducción. Ser hombre o ser mujer
no es jamás ser simplemente macho o hembra de la especie humana.
La pertenencia a un sexo es función del deseo y del goce así
como la noción de género es una construcción cultural que
procede de las variables por las cuales una sociedad se hace
representar. Para
el hombre no hay “relación naturalmente sexual”, por eso el
hombre se diferencia de la ley de la naturaleza. Cuando
se trata de dar nombre, Adan se transforma en Madam, dice Lacan
(1975-76), pues utilizó la lengua de L’ Évie, dice, jugando en
francés con el equívoco entre Eva y vida (Eve,
vie). Por esta vía encuentra la nominación que hace lazo, el
sinthome. Dos
enseñanzas Lacan
explica bien, en la primera parte de su enseñanza, la emergencia
de este cuerpo, cruza de imaginario y simbólico (Miller,
2002). Curiosamente la cuestión del cuerpo sigue sostenida hacia
el final, pues en el seminario sobre Joyce, del año 1975-76
podemos leer elaboraciones acerca de la consistencia que este
otorga. En
lo que llamamos la segunda enseñanza, Lacan nos sorprende con
precisiones inesperadas, que son la consecuencia del viraje de su
teoría a partir del seminario Encore
(1972-73). ¿Qué
plantea en este segundo período que parece revolucionar todo lo
que trasmitió previamente? El
lenguaje, hasta entonces herramienta privilegiada para la
domesticación del goce y la subsiguiente mortificación del
cuerpo, es concebida en cambio como una fuente más de satisfacción.
Como se deduce, este giro conceptual modifica drásticamente la práctica,
la dirección de la cura y aún la clínica. Una
nueva topología ocupa la escena, el nudo borromeo ubica lo
imaginario, lo simbólico y lo real respecto de lo necesario: el
agujero que asegura la posibilidad del anudamiento de los tres
registros Nuevas
consideraciones acerca de la vida construyen lo que J.-A. Miller
denomina una biología lacaniana (2002). Según plantea en la
clase titulada “El ego de Joyce”, la vida para el lenguaje, es
decir para el hablanteser, es muy distinta de lo que se llama la
vida en el discurso corriente. La
biología, la medicina, la fisiología, tienen definiciones
bastante homogéneas de la vida y la muerte Para todas estas
disciplinas la vida es una propiedad de los seres organizados que
evolucionan desde el nacimiento hasta la muerte desempeñando
funciones que les son comunes. Implican
el crecimiento, el metabolismo, la reproducción que se encuentra
tanto en animales como en vegetales Sobre
esta concepción elaboró Bichat su célebre definición según la
cual “la vida es el conjunto de funciones que resisten a la
muerte”. La
muerte, por oposición, es la cesación definitiva de la vida para
cualquier organismo biológico A
veces la muerte se moraliza con valores simbólicos que la acercan
a lo que el psicoanálisis considera una segunda muerte, como en
el caso de Antígona, que Lacan comenta en el Seminario
7: la ética (1959-60). En la antigua Grecia, por ejemplo, se
hablaba de muerte civil, así como la religión llama muerte del
alma a la condena eterna de los pecadores a las penurias del
infierno Nada
de esto para el psicoanálisis, que parte de la doble vertiente en
que se manifiesta la eficacia del lenguaje como productor de vida
y también como agente de mortificación. ¿Cómo
sabemos algo de la vida? Por
medio de representaciones. Gracias a ellas lo simbólico introduce
sentido. El
sentido es lo que Lacan, en RSI
(1974-75), llama “nuestra debilidad mental”, que el lenguaje
introduce en los sistemas de la naturaleza. Mental viene de mens
en latín. Pero en francés equivoca la mente con la primera
persona singular del verbo mentir. La debilidad es mental cuando
encuentra sus raíces en el cuerpo mismo. De
un cuerpo se supone que tiene primero unidad, luego funciones
especificadas en órganos. Decir
unidad es decir consistencia, es lo que está junto, que tiene una
relación de vecindad. Una idea puede tener consistencia, así lo
piensa la filosofía. Es decir que una idea tiene cuerpo. Por
analogía decimos que una computadora o un automóvil tienen
cuerpo. Lo que no va de suyo es que un cuerpo sea viviente, dice
Lacan. De ahí la necesidad del parlêtre.
El ser hablante es portador de un cuerpo diferente al cuerpo
animal, para el que las nociones de vida y muerte funcionan de
otra manera. Las
pulsiones – dicho en otros términos el recorrido de la libido-
son el resultado de la vida del lenguaje pues dan lugar a lo que
para el soporte somático significa la muerte. Y agrega: “Estas
pulsiones conciernen a la relación con el cuerpo , la que en ningún
hombre es simple”. Conservemos esta afirmación y tomemos lo que
se destaca: el hombre tiene con su cuerpo una relación
, o sea que es algo distinto de sí mismo. El cuerpo es y
permanece el Otro. En rigor no esta ni en el lugar del sujeto ni
en el del objeto, ni es completamente exterior, ni esta entre los
objetos de goce. Por eso hablamos del estatuto
del cuerpo El
cuerpo de la forma Esta
primera inferencia es la base de la construcción psicoanalítica
acerca del cuerpo. Para el psicoanálisis lo importante es que el
cuerpo no esta dado de entrada, que no “somos”
cuerpo sino que lo tenemos y
para ello debemos apropiárnoslo de algún modo. No
es fácil tener un cuerpo. Es una orientación lacaniana para la
clínica considerar las dificultades del sujeto con su cuerpo. Un
ejemplo son las experiencias de despersonalización del sujeto
histérico o los fenómenos de insensibilidad, de indiferencia,
etc. Lo
más simple es la operación que anuda lo imaginario de su reflexión
especular y lo simbólico de la estructura en el estadio del
espejo y que nos proporciona en primer lugar el cuerpo de la
forma. Este cuerpo parece ser tan solo el cuerpo de la bolsa, esférico,
que nos otorga un cuerpo ideal al que inmediatamente nos sentimos
atraídos, nos fascina con su completud. Sin
embargo Lacan no deja de advertirnos del engaño de esta completud
pues toda bolsa, dice, para cerrarse, necesita de la cuerda. Es la
mínima expresión del agujero. En este caso lo simbólico hace de
cuerda que abrocha, pues esta forma ideal esta soportada por un
trazo significante. En el estadio del espejo el cuerpo se vuelve
objeto de amor porque hay una mirada exterior al espejo hacia la
cual el sujeto se vuelve. Esto le permite al mismo tiempo
despegarse de la imagen fascinante, creando la hiancia necesaria
para el surgimiento del sujeto y la construcción del cuerpo ya
que por medio de ese punto exterior fija la relación imaginaria y
lo autoriza a pensarla como propia. Es
un cuerpo que habiendo sido inicialmente la sede de un goce en su
totalidad, tal como es tomado y manipulado al nacer, se transforma
en el cuerpo mortificado, atravesado solo por la vida que resta en
los agujeros pulsionales. Debemos
inferir entonces que no hay narcisismo primario, como se dice, el
narcisismo es siempre secundario, depende de estas operaciones que
luego Lacan (1964) llamara de alienación
y separación , sin las cuales la punción no tiene soporte, no tiene
objeto alrededor del cual trazar su recorrido y retornar a su
punto de partida. Se trata de una boca que se besa a sí misma,
como ilustra bien el mito de Narciso. Pero para ello debe
contemplarse en el espejo y amar esa imagen exterior y de la cual
nunca puede saber con seguridad si le pertenece. Hay
toda una clínica sistematizada sobre los problemas con el cuerpo.
Para el sujeto siempre es difícil regularse sobre un cuerpo que
le es exterior, el cuerpo es siempre un objeto del que se siente
separado. Por eso intenta alcanzarlo y eso da lugar a diferentes
modalidades de la neurosis y la psicosis. El
obsesivo hace de su cuerpo un Yo ideal, paradigmático de lo
masculino, y se siente perturbado por un alter ego. En cambio del
lado femenino aparece la imagen perturbadora de la Otra mujer sin
cuyo cuerpo no parece conseguirse uno. Hay
también experiencias fuera del límite corporal mismo donde la
barrera del amor narcisista cae y provoca la destrucción del
cuerpo total o parcialmente. Por
ultimo en la psicosis el sujeto se queda desprovisto de cuerpo y
debe apelar permanentemente a las imágenes que se lo otorgan
transitoriamente. El tratamiento del autismo esta especialmente
dirigido a proporcionar un cuerpo al sujeto que esta en el
lenguaje pero que no dispone de el. Por
eso es fundamental transitar
la experiencia analítica; ello permite al final hacerse del
cuerpo, identificarse a el, salir de esa extraterritorialidad
forzada. La
pregunta es ¿a que cuerpo se identifica el sujeto al final de la
cura? Para
responder a esta cuestión vamos a adentrarnos en la segunda
manera de hacerse un cuerpo: no a partir de la imagen sino el
agujero en la misma, lo no especular, los agujeros pulsionales. El
cuerpo vivo del goce Alrededor
de 1963, cuando imparte el Seminario
X, La Angustia, Lacan desarrolla esta segunda posibilidad de
hacer unidad con los fragmentos del cuerpo: la articulación de la
pulsión a los bordes corporales, la boca, el ano, el ojo, etc…
Es como si en vez del zapato se tomara la horma con la que se lo
fabrica. No es una sustancia sino lo que le da un soporte. Lo
representa con el esquema de los dos espejos que atrapan el
ramillete real de las flores en el florero. Con
el correr de los seminarios subsiguientes Lacan avanza decidido en
esta dirección. ¿Que
es lo que circula por estos agujeros? El trayecto, el recorrido de
la pulsión, que ni se desvía de su meta ni la sustituye ni la
metonimiza. El recorrido se cumple dando al sujeto una certeza
acerca de su goce. Dicha certeza es un apoyo importante para darle
consistencia corporal. Eric
Laurent dice que el objeto a,
que es fundamento de la enforma
de a que
llamamos horma, como señala Lacan en el Seminario
XX, Encore (1972-73),
se representa por el trayecto pulsional, el vacío en torno al
cual se produce la repetición del circuito. Hay que subrayar que
así como la imagen del espejo se articula al significante, el objeto
a también esta ligado al espacio entre los significantes, la
hiancia en la cadena , el vacío median. Es
decir que para obtener un cuerpo por medio de lo vivo de estos
goces pulsionales también hace falta estar en un discurso. Esta
afirmación implica que algo se debe poner en juego que haga lazo
entre significante y significado, entre el sujeto y el Otro. Solo
que ya no se trata del punto del Ideal donde el Nombre-del-Padre,
único, garantiza la operación. Este punto de excepción puede
ser cualquiera. Y cuando Lacan apela a la topología de los nudos
demuestra con facilidad que cualquiera de los tres anillos,
Imaginario, Simbólico o Real que conforman el nudo borromeo están
en condiciones de ser considerados agentes del anudamiento y
otorgarle un cuerpo al sujeto. Ahora
bien, esta operación que se toma del vacío, ¿cómo se lleva a
cabo? Una
manera de explicarlo es por las operaciones de reunión e
intersección de los círculos de Euler, por medio de cuya lógica
vemos constituirse el sujeto por un lado y el objeto por el otro. Se
diferencian porque en el primer caso se toman los elementos de los
conjuntos y en el segundo caso se intersectan los conjuntos vacíos
incluidos en cada círculo. Es el objeto a en su
consistencia real. ¿Qué
nos demuestra esta operación? Es
una manera de darle unidad al cuerpo sin pasar por la identificación
a la forma Como
dice E.Laurent, es un cuerpo en su saber hacer con el objeto
a, el cuerpo agujereado en lo imaginario por el objeto a, pero sin que el padre sea agente de la castración del vaciado
de goce. Se deduce también por este hecho que conceptualmente el
Nombre del Padre no es equivalente de la castración. Pueden no
coexistir, como demuestra la proliferación de síntomas contemporáneos,
las inhibiciones, los pasajes al acto propios de nuestra época,
la angustia que apela a todo tipo de defensa. En
el lugar de la imagen lo que otorga la consistencia imaginaria es
la experiencia de la pulsión pero encarnada en algún Otro, lo
cual da nacimiento al síntoma. La relación con el síntoma da
cuenta de un narcisismo diferente, ubicado a partir de la
identificación al síntoma. ¿Cuál
es el problema en este caso? Este
cuerpo organizado por el síntoma parecería carecer del amor que
introduce la dimensión del Nombre-del-Padre en cualquiera de sus
versiones. Los
ejemplos clásicos de Lacan son Joyce, quien no parece sentir
apego por su cuerpo, más bien quiere dejarlo caer al ser golpeado
y Marguerite Duras, quien como Joyce se sostiene de su obra y no
de la imagen del cuerpo propio. Sin
embargo Lacan sabe que sin amor de algún tipo el goce esta
siempre desregulado, sin limites. Lo
que no puede faltar Cabe
entonces la pregunta acerca de cómo, sin embargo, se organiza el
cuerpo de esta otra manera. Y
bien Lacan nos hace comprender que el significante introduce la
noción de un más allá de lo viviente y esta idea, hace vez,
engendra un amor por lo simbólico mismo, con cierta significación
de eternidad que lo vivo no conlleva. Es
lo que J.-A. Miller aísla muy bien cuando titula su libro El lenguaje, aparato de goce (2000). No es lo mismo el amor al padre
como puro significante, ligado al goce e instrumento de la pére-version,
que el padre muerto del Estadio del Espejo. Lacar
se ha dado cuenta de un error conceptual. El lenguaje tiene doble
función: produce satisfacción por el uso de lalengua
y simultáneamente conserva la propiedad de significar la
existencia de una dimensión que la mortifica Es
una cualidad de lo simbólico en su aspecto de pulsión de muerte,
y el padre la encarna cuando se lo considera aparejado no con lo
vacío de goce sino con el vacío del agujero pulsional, lo mas
vivo del cuerpo Para
concluir una reflexión acerca de la identificación al síntoma
¿que es el saldo al final del análisis, qué es lo que ocurre? Por
un lado sabemos que se opera un pasaje del síntoma como
acontecimiento de cuerpo, es decir exterior al mismo a su
incorporación. Por
otro lado la cura impone un proceso de desnarcisización, es decir,
como en Joyce, un dejar caer el cuerpo sostenido por la imagen
para dar lugar a lo que Lacan denomina narcisismo
radical, es decir al narcisismo sostenido por la identificación
al modo propio de gozar. En
el final de la experiencia analítica todos somos como Joyce o
Duras: dejamos el sentido que emerge por la copulación de lo
imaginario con lo simbólico por el ¨sentido
gozado¨. O dicho de otra manera por el modo singular de vivir
la pulsión; lo que equivale a la identificación al síntoma como
modo de construirse un cuerpo en transferencia. Referências Bibliográficas Freud,
S. Edição Standard das
Obras Psicológicas Completas de Sigmund Freud. Rio de
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(1893 [1888-1893])
Algumas considerações para um estudo comparativo das paralisias
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(1962-63). El Seminario 10: la angústia. Buenos Aires: Paidós, 2006. _________.
(1964) El Seminario 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis.
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O
último ensino de Lacan. In: Opção
Lacaniana, n. 35. SP: Edições Eólia, janeiro, 2004, p.
6-24. _________.
(2000) El lenguaje, aparato
de goce. Buenos Aires: Colección Diva. _________.
(2002) Biología lacaniana y acontecimiento de cuerpo. Buenos
Aires: Colección Diva.
Texto
recebido em: 15/11/2007. Aprovado
em: 21/12/2007.
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