Es
un hecho comprobable la extensión que la práctica del
psicoanalista tiene hoy por hoy; ella no se limita al
consultorio, los analistas están en los juzgados, en las
escuelas, en los centros de atención al menor, en las cárceles
etc. Por ello mismo a la hora de intervenir en dichos ámbitos
es importante saber desde donde intervenir, para que nuestra práctica
no quede diluida ni confundida con otros discursos sino que
conserve los principios rectores que hacen a su ética.
El
presente artículo constituye un intento de trazar las
coordenadas que orienten la intervención analítica en los síntomas
que asume la subjetividad de la actualidad.
Toda
intervención analítica en el campo de lo social requiere de
una operación en la cual el sujeto debe de ser extraído de ese
campo. El psicoanálisis como procedimiento es una experiencia
que opera sobre un sujeto, y solo a partir de respetar esa
singularidad puede esperarse una acción en lo social.
El
concepto de sociedad no determina ningún sujeto, es un anónimo.
Pero, para el psicoanálisis, lo social no es anónimo; el
responde al lazo que un sujeto establece con el Otro. Lacan
definió al síntoma social justamente cuando no hay lazo social
y en ese sentido fue precursor de lo que ocurre actualmente en
violencias, abusos sexuales, toxicomanías, delitos, crímenes,
que dan cuenta, cada uno a su manera de una subjetividad que
prescinde del lazo al Otro.
La
estructura del Otro Social cambia y los síntomas varían de
acuerdo al discurso imperante de cada época.
Freud
trazó un eje que divide las aguas de los que es y no es psicoanálisis
alrededor del nudo central del inconciente y la sexualidad. El
psicoanálisis no es un idealismo que progresa hacia la
eliminación de la neurosis ni del síntoma.
Para
pensar los síntomas sociales seguiremos la pregunta que se
formula Freud en el “Malestar en la Cultura”, es allí donde
se plantea la relación existente entre neurosis y el Otro
Social.
I-
El sujeto y el Otro social
La
cultura en Freud no esta pensada como conocimientos ni saberes
universitarios ni como obras de arte. Para el psicoanálisis es
la cultura, es lazo, y tratándose de los síntomas sociales, es
necesario hacer una lectura de la época en la cual se inscribe
la subjetividad como respuesta, como también es una cuestión a
repensar si las respuestas que encontró Freud siguen vigentes o
debemos inventar nuevas respuestas a nuevos síntomas.
Si
bien la subjetividad varia el malestar en si mismo es lo
irreducible que atraviesa toda época y lugar. Freud no tuvo una
posición idealista. Tanto en el “Malestar en la Cultura”
como el texto de “Tótem y Tabú” Freud sitúa con la
pulsion de muerte un irreductible que traza un horizonte ético
que excluye todo intento idealista de progreso a nivel de lo
social. Educar a la pulsion es un imposible. Para Freud Eros,
como fuerza que une y hace a los lazos, no era más poderosa que
Tanatos, que los destruye.
Hay
un horizonte a-social que no es contingente a la época, sino
que es lo irreductible de la pulsion misma, que se satisface de
un autismo que prescinde del Otro. La pulsión es a-social pero
el inconciente no.
El
inconciente es un discurso. Por eso mismo es político y desde
ese discurso del Otro se le proponen identificaciones que
gobiernan al sujeto. El inconciente es ese Otro que es político1,
de allí que si la pulsion es a-social el inconciente no los es.
El inconciente es social en tanto da cuenta de la relación del
sujeto a ese discurso amo.
El
acto parricida, que Freud sitúa en el corazón de la genealogía
de la cultura, es fundante de la ley por la cual el sujeto se
introduce en lo social. No se trata solo de matar al padre sino
de fundar un pacto para la distribución del goce y garantizar
que nadie ocupara su lugar. Así, acto parricida y pacto social
son dos movimientos articulados.
La
familia como función de transmisión
Tanto
Freud, en su texto “Malestar en La cultura”, como Lacan, en
“Los complejos familiares”, ubican a la familia más allá
de su función biológica. La familia tiene una función de
transmisión y es el espacio en donde el sujeto hace la
experiencia del inconciente. Allí interpreta el deseo del Otro
encarnado en las figuras parentales. Mama, papa y nene son leídos
desde los lugares que ocupan en la estructura edípica y, desde
la metáfora paterna, se trata del Nombre del padre, el Deseo de
la madre y los objetos a.
Desde
1938 Lacan se refirió a la declinación del imago paterna. En
sus textos “Los complejos familiares” y “Aportes del
psicoanálisis a la criminología”, afirma que la familia no
queda reducida a su función biológica sino que tiene un papel
de transmisión de un resto.
El
padre, en 1938, es
situado por Lacan
como aquel que debe encarnar la autoridad. Tempranamente
advierte la relación existente entre la declinación de esa
autoridad y los crímenes.
Las
nuevas configuraciones familiares, parejas monoparentales, los
avances científicos como bancos de espermas, pruebas de la
paternidad a través del ADN, el reclamo de legalidad de las
parejas gays, como
también el reclamo a la adopción hacen a que si para el
psicoanálisis la familia es cosa del Inconciente, la Sagrada
Familia solo es cosa de la Iglesia.
Del
Malestar de la época freudiana al malestar actual
Cada
época tiene su modo de vivir la pulsion y se presentifica como
esa exigencia imposible de satisfacer. Eso traza a partir de
Freud un irreducible que impide la satisfacción plena y la
felicidad para el sujeto. Pero en la época victoriana en la
cual le tocó vivir a Freud, la neurosis era el resultado de la
renuncia al goce y el discurso del Otro social proponía la
renuncia a la satisfacción en compensación de una vida con
ideales más virtuosos. La hipocresía burguesa era la respuesta
a ese discurso. Esa restricción es ubicada por Freud como la
causa de la neurosis, y ligada al padre y a lo social. Era una
época en la cual la satisfacción debía ocultarse, no estaba
bien visto dar a ver el goce de cada cual, no es que no se
gozaba sino que el goce estaba velado. No era la época de Gran
Hermano.
El
discurso actual ha variado la propuesta. No propone lo mismo que
en la época freudiana. Ya no se promueve la renuncia sino, a la
inversa, se promueve no solo un empuje a gozar sino que este se
diga y se muestre. Este empuje al goce ya no encuentra los
diques y limites que antes había.
Lacan
llamo discurso capitalista a aquel discurso que plantea un
sujeto insatisfecho y dividido pero no por el inconciente sino
por el mercado del consumo.
Jaques-Alain
Miller (2005) propone para la actualidad al discurso
Hipermoderno en el cual no es el Ideal quien gobierna al sujeto
sino que lo que comanda es el objeto de consumo. El sujeto esta
dividido no por no alcanzar el Ideal sino por no alcanzar el
goce.
Para
Lacan, fue Marx el inventor del síntoma porque fue quien le dio
forma discursiva al malestar del asalariado en tanto el
capitalista se quedaba con un plus de su trabajo. Su idealismo
lo llevó a pensar que esa desigualdad distributiva podía
resolverse. Eso que Marx tematiza como plus-valía, Lacan lo
llama plus-de-goce, la recuperación de un goce perdido,
inherente al sujeto parlante: sea patrón o asalariado. Ese plus
de goce ilimitado es lo que comanda hoy. El Otro social a través
del consumo, promueve un plus-de-goce cada vez mas sofisticado y
alejado del lazo social.
Cada
discurso promueve un lazo. En 1969-70, Lacan plantea, en su
seminario, al Otro bajo la modalidad de cuatro discursos como
cuatro modos diferentes de distribución del goce: el discurso
histérico, el del amo, el universitario y el discurso analítico.
Son modos diferentes del tratamiento del goce y del alojamiento
de su recuperación a través de la función del plus de gozar.
Surge
así la cuestión acerca de los dispositivos que cada época
dispone para ubicar su plus-de-goce. Al sujeto insatisfecho que
descubre el psicoanálisis, le es ofrecido una serie de objetos
para su satisfacción que anulan su división subjetiva .A esos
objetos Lacan los llamo gadgets
(Lacan, 1969-70).
El
discurso capitalista produce en serie esos objetos gadgets,
que cumplen la función de taponar la castración y, así, el
amo moderno deja de estar encarnado en el padre. El amo moderno
hoy ha triunfado sobre la autoridad del padre; es mas, es el
mercado que el padre. Un nuevo discurso se le impone al sujeto
por vía de los medios masivos de comunicación que nos dice
bajo regulación como debemos de vivir, cuántos hijos tener,
como educarlos, que comer. Son los manuales de vida. Esto último
produce un nuevo tipo de subjetividad y de síntomas. Los lazos
ya no son a un padre que traza un estilo de vida acorde a sus
ideales, sino que ese padre es sustituido por un manual y una
mujer puede ser sustituida más satisfactoriamente por la droga
o la computadora. El discurso capitalista ha incidido en la
subjetividad promoviendo una nueva relación entre el sujeto y
el modo de gozar. Promueve un tipo de satisfacción que no pasa
por el Otro dejando al sujeto en un goce autista, con lo cual se
generan más síntomas sociales. Con el gadgets el sujeto queda en un goce autista que no hace lazo al Otro.
¿A
que nos referimos con síntomas sociales? Porque para nosotros
analistas el síntoma es singular, es de un sujeto. Lacan definió
al síntoma como el particular modo que tiene el sujeto de gozar
de su inconciente pero cuando ese goce no pasa por el Otro del
inconciente, cuando se rompe ese lazo tenemos el síntoma
social. De lo cual surge que en lo contemporáneo de nuestro
malestar la destrucción de ese lazo se traduce en un cierre del
inconciente y esto nos lleva a la pregunta ¿que hacer? Y no
saber que hacer es lo que atraviesa a la época. Miller y Eric
Laurent traducen el malestar en la cultura como impasse ético (Miller,
1996-97).
La
reproducción asistida, los bancos de esperma, las clonaciones
plantean desde la ciencia la posibilidad de engendramiento sin
lazo sexual. Queda por investigar que consecuencias devienen en
los sujetos y no es fácil actualmente hacer una lectura de los
síntomas frente a este impasse ético.
El
discurso contemporáneo que homogeniza
el mismo goce ha anulado con ello la función de excepción que
encarna el padre. El semblante del padre queda homogenizado con
la posición de los hijos, los hijos pueden recurrir al juez, y
a falta de quedar anulada la dimensión de la causa se pide y se
busca responsables por todas partes. Lacan denomino a esto la
era del niño generalizado, ya nadie se hace responsable de su
goce.
El
niño generalizado
La
declinación de la autoridad paterna en la actualidad es algo más
que evidente. Maestros, padres, jueces y sacerdotes se aúnan en
la misma queja nostálgica acerca del padre. Pero, desde las
categorías analíticas, esa declinación es consecuente y
correlativa a un declive del reino del Nombre-del-Padre en tanto
significante que, en el campo del Otro, articula un deseo a la
ley.
Lacan
y Freud no han tenido la misma posición respecto al padre, ni
han ocupado los mismos lugares en la comunidad analítica.
Hay en Freud una relación entre la autoridad encarnada en el
padre y la creencia, la cual se pone de manifiesto como figura
del destino.
El
padre como figura del destino es una brújula para el sujeto y
un análisis pone de manifiesto las marcas que ha dejado esa autoridad.
La internalización de esa autoridad perpetuada a través del
superyo marca el consentimiento por parte del sujeto a la causa
ubicada en la ley del padre.
En
los pacientes brujulados por el padre, el padre aparece por
doquier y allí se escuchan quejas traducidas “Otra vez mi
padre”. El neurótico esta enfermo del padre. Pero en las
nuevas formas que asume el síntoma nos encontramos cada vez más
con pacientes en los cuales parece que nada tiene que ver con el
padre. Ellos se sorprenden frente a la pregunta insidiosa del
analista por ese determinismo porque ni recuerdos infantiles
tienen. Sus síntomas parecen no ser respuestas a la autoridad
encarnada en el padre como causa y esto mismo instaura un efecto
de increencia.
La
neurosis actual, nuevos síntomas o como se los llame, son una
respuesta a ese declive de la autoridad en la cual ya no se cree
ni en el padre ni en el inconciente. El problema parece ser no
tanto el declive de su autoridad sino la crisis en cuanto a la
increencia. El
reproche de Juanito dirigido al padre respecto a la falta de un
limite cuando el duerme con su mama, “tu debes enfadarte”,
pone de manifiesto a la función paterna como fallida, pero el
padre estaba en el centro de su neurosis y Juanito cree en el
padre y en la autoridad de Freud. Hay una autoridad que es
garante de buena fe, y su temor a los caballos da cuenta que el
síntoma fóbico es un desplazamiento del temor a el padre.
Pero
los diques pulsionales como vetos a la satisfacción que Freud
los ubicó en el padre y sus subrogados ya no se sostienen del
mismo modo. Hoy, invocar el nombre del padre no sirve de nada.
Los maestros ya ni pueden tocar a los niños porque corren el
riesgo de ser acusados de abusadores. El dicho “vas a ver
cuando venga papa…”
tampoco sirve porque ya ni hay papa que venga y, en el caso que
exista, el padre ha tomado otra forma.
Juan
Carlos Indart (2004) lo señala de una forma muy precisa cuando
alude al padre profesor, amigo, conciliador, y refiere que para
el psicoanálisis “hay una nueva manera de pensar el vinculo
social y es el que se establece entre uno que manda y otro que
obedece”. Esa notación en nuestras letras psicoanalíticas,
aportadas por Lacan, se escribe entre el significante S1
respecto del S2. A eso que Freud llamó el complejo
de Edipo como nódulo patógeno de la neurosis, Lacan lo llamo
discurso del amo. Indart nos propone pensar las nuevas
configuraciones sintomáticas a partir de una clínica que no se
deriva desde el discurso amo sino desde el discurso
universitario.
Un
discurso define un lazo social y, por ello, es preciso saber no
solo donde esta posicionado el sujeto en el discurso sino también
quien es su partenaire. Así, los síntomas descriptos por Freud
responden a un discurso en el cual impera el padre como amo.
Lacan
ingresa al psicoanálisis por el lado de la sociología. En sus
trabajos “La familia” (1938) e “Introducción de la función
teórica del psicoanálisis en criminología”
(1950) se nos advierte acerca de aquello que mas tarde llamara
“los signos de una degeneración catastrófica”, signos de
un giro en el discurso. El padre que manda es el padre ubicado
en el discurso del amo. El juez, el maestro o aquellos que Freud
llamo subrogados del padre, son figuras que encarnan la
autoridad del amo, pero Lacan advierte acerca del declive de esa
autoridad y conjuntamente el aumento de los crímenes a nivel
social, cuando el orden paterno es sustituido por otro orden,
calificado como orden de hierro (Lacan,
1973-74, clase 10).
“El
psicoanálisis demostró que si la niña o el niño no entran en
el discurso del amo, ya no entienden que es la ley, ni que es
que alguien mande y alguien obedezca” (Indart,
2004). Esto último no es una cuestión de tiranía sino que allí
se articula la castración como anudamiento del deseo con la ley.
Recién,
en el Seminario 17, El
revés del psicoanálisis, a través de los discursos, Lacan
formaliza el perfil de ese nuevo amo que introduce un nuevo
orden porque no es seguro que se trate de una nueva autoridad.
Cada
discurso sitúa diferentes dominancias que marcan distinciones
respecto de la autoridad en juego, y el reino del padre se sitúa
en el discurso del amo, que es el discurso del inconciente. Allí
se cumple la función de interdicción marcada por la barrera de
imposibilidad entre el sujeto y el objeto. La autoridad la
encarna en el significante uno que comanda al saber.
Al
amo moderno, Lacan lo ubica en el discurso universitario. En el
discurso universitario no es el padre el que manda sino quien se
identifica a un saber y se dirige a un objeto. ¿Constituye una
nueva autoridad? ¿Como situar allí una autoridad cuando no se
trata del lazo entre dos sujetos? La dominancia le da un saber
que bien puede ser anónimo y se dirige a un sujeto que bien
puede estar en posición de objeto para serle aplicado el rigor,
no de la ley sino del saber a ser evaluado o estudiado.
Para
que la ley sea operante debe estar ubicada en el lugar de agente
de un discurso, en tanto que es desde allí que se comanda al
lazo. Indart (2007) plantea el lugar de inoperancia en el cual
se ubica la ley en el discurso universitario: “La ley esta en
el lugar de la verdad, es decir, en un lugar inoperante,
respecto de la cual el sujeto esta separado por una barrera
infranqueable”.
Esta
cita de Indart es útil para entender que las trasgresiones como
llamados a la ley responden a sujetos que quieren un amo tal
como Lacan les responde a los estudiantes del mayo francés.
Pero otra es la cuestión cuando la ley es inoperante, no
incomprendida ni desconocida, ni se trata de sujetos que
forcluyen el nombre del padre, ni de perversos, ni de débiles
inimputables, sino simplemente que la ley no opera en ellos como
limite.
El
discurso universitario, declinado en protocolos evaluativos,
propone calificaciones que no representan a un sujeto.
La
dominancia ya no la ejerce un sujeto, que en posición de amo
encarna un deseo articulado a una ley, sino un saber anónimo
que no trasmite ningún deseo. Allí no se trata del amor a un
maestro, ni es un subrogado paterno. Tampoco se trata de un
saber que se lea en la perversión paterna sino que es anónimo
y se dirige a un sujeto reducido a un objeto a ser evaluado. Por
eso en este seminario Lacan usa el neologismo del astudado
para dar cuenta de la posición de objeto del sujeto vaya o no a
la universidad. No se trata de la universidad sino del discurso
moderno de toda la sociedad, sean o no estudiantes .El discurso
universitario esta en los medios masivos, en los dispositivos,
en las encuestas. Por la TV nos dicen constantemente que no hay
imposible. La barrera de imposibilidad que sostiene la castración
no esta entre el sujeto y el objeto, porque el sujeto mismo es
un objeto, esa barrera se sitúa entre el sujeto y el
significante amo.
El
discurso universitario ofrece la posibilidad de pensar la clínica
de los sujetos desbrujulados, desidentificados3.
El
declive en la autoridad del padre se deduce del declive del
discurso del amo y produce un déficit de dos cuestiones:
-
déficit
en la función del “no”.
-
déficit
en la creencia en el inconciente.
Estas
dos dimensiones plantean un desafío a la práctica misma del
psicoanálisis para reinstalar no al padre, sino al significante
amo, del cual Lacan nunca dijo que se puede prescindir. Si se
podría prescindir del padre, pero no del significante amo en
tanto es este el que representa al sujeto.
La
declinación de la autoridad del padre va acompañada de una
declinación en el discurso amo del inconciente .Nos
confrontamos con una clínica que cada vez mas se presenta bajo
la forma de la angustia, la depresión, las patologías del acto
y no por el síntoma.
Las
nuevas configuraciones sintomáticas
En
los nuevos síntomas, ¿qué es lo nuevo? Lo
nuevo es una preocupación permanente porque plantea la cuestión
acerca de las categorías desde donde leer la irrupción de lo
nuevo.
El
pensamiento de Alain
Badiou, atravesado por Lacan, nos propone una forma de pensar lo
nuevo. En su libro El
Siglo (2006), sostiene que el modo bajo el cual se
subjetivizó lo nuevo de este siglo fue como imperativo de lo
nuevo, y esto llevo al empuje de romper con lo viejo.
El
proyecto emancipador del hombre nuevo llevado a su máxima
pureza rompe los lazos porque para que algo sea totalmente nuevo
se exige la ruptura de toda tradición que pueda ligar a un
sujeto a una autoridad que encarne un lazo. La destrucción de
la autoridad llevo a la aniquilación del sujeto en pos del
hombre nuevo.
La
ciencia ha contribuido a ello. Si Badiou denomina a este siglo
el siglo del crimen, es en tanto finalizadas las ideologías el
siglo no se presenta a través de promesas sino a través de los
cumplimientos. “Es el siglo del acto, del presente absoluto y
no el anuncio de un porvenir” (Badiou,
2006, p. 83).
El
hombre nuevo termina siendo un hombre sin atributos (Miller,
2004), un hombre tan nuevo que nada se puede predicar acerca de
el. Es la pureza absoluta, porque para predicar acerca de el
debo restituir al Otro.
Cuando
un sujeto en el análisis habla de su familia aunque hable mal
como es de esperarse ese sujeto no es un sujeto sin predicados .Habla
de sus lazos al Otro, y el psicoanálisis requiere de un sujeto
con atributos. El progresismo que proclama a un hombre nuevo
desligado de la familia no es un precepto del psicoanálisis. No
se trata de estar ni en pro ni contra la familia sino de los
lazos de un sujeto. “Los signos de la declinación del nombre
del padre deben leerse en la transformación del registro del
amor, y no en el de la autoridad ni en el de los ideales” (Brodsky,
2006).
Cuando
un sujeto llega a un análisis con sus padecimientos, se busca
en el seno en los cuales ellos han aparecido. No es restituir a
la familia, sino los lazos del sujeto al Otro. El sujeto que
busca a través de un análisis los significantes a los cuales
esta sujetado nunca será un hombre sin atributos.
Jaques-Alain
Miller, en una conferencia dictada en Comandatuba (Miller,
2004), nos da una orientación para pensar lo nuevo. Si en Freud
teníamos síntomas caracterizados por la dominancia del Ideal
sobre el goce esa dominancia ya no la ejerce el Ideal sino que
esta determinado por la dominancia del objeto a por sobre el ideal .La dictadura ya no es del padre que encarna
prohibiciones sino es una dictadura del goce. La clínica actual
nos confronta con sujetos que se presentan más del lado de la
angustia, depresión y patologías del acto que por el lado del
síntoma. El declive del discurso del amo y el giro hacia el
discurso universitario ha tenido su incidencia en ello.
Al
declinar la función del veto paterno nos encontramos con los
vaticinios de Lacan: cada vez más patologías del acto,
violencias, sujetos en conflicto con el orden publico.
La dimensión social del síntoma que condena a cada sujeto a
regirse por la dictadura del plus-de-goce, hace que estallen
como nunca los lazos matrimoniales y dispersión de la familia.
La violencia en el seno de la familia es llevada a los juzgados,
a una escala nunca vista. Nos
confrontamos así con sujetos agentes de síntomas sociales,
pero que no se verifica un síntoma subjetivo, en tanto para
constituirse como tal es preciso creer en el.
Dimisión
de la función paterna
Con
la disgregación y dispersión de la familia, el padre no solo
deja de existir en el discurso del sujeto sino que no existe en
la realidad, o si existe puede dimitir de su función.
La
clínica de sujetos desbrujulados que no consienten en hacerse
representar por el significante requiere sortear ciertos obstáculos
para lo que es el clásico trabajo del análisis. Es así que al
nivel de la configuración de los lazos familiares nos
encontramos con dos clases de fenómenos: por un lado sujetos
descreídos del padre pero también con padres que han dimitido
de su función.
La
pregunta que surge entonces es cual es esa función?
El
termino dimisión es un termino que Lacan utiliza en el Seminario 23: el sinthome para referirse al padre de Joyce.
El
Diccionario de la Real
Academia Española, define al termino dimisión como
“renuncia a un empleo o función”, entonces no se trata allí
del rechazo del significante del Nombre-del-Padre, como en
Schreber, sino de la dimisión de la función de un padre
encarnado, que dimite de la transmisión de un deseo, que por
supuesto no es anónimo. Es un padre vivificante y no muerto,
del cual se espera la transmisión de un saber al hijo. Es
aquello que Lacan define como versión o perversión paterna.
Cuando
el padre es tomado por el sujeto como la ley encontramos la caída
en la psicosis. Allí se da cuenta del encuentro con Un padre de
un saber absoluto, pero, con estos sujetos desbrujulados, no se
trata de eso, sino de padres encarnados que dimiten de la
transmisión, no del saber como absoluto, sino de un saber
particularizado, y esto último también produce efectos
estragantes. Encarnar quiere decir que alguien, un sujeto, debe
prestar cuerpo a esa función y ese prestar cuerpo implica allí
tener un deseo.
Hoy
en día nos confrontamos con una clínica que es más el efecto
de padres que dimiten de esa función de transmisión que la de
aquella otra que es efecto del padre extraordinario de Schreber.
El
padre de la ley y el padre–versión no son antinómicos. El
“no” que se pone en juego con la interdicción subsidiaria
de la ley es condición necesaria para poder construir una versión
del padre.
En
el lugar del padre como portador de una interdicción aparece
otra cosa que no es el padre. Hay una relación entre la dimisión
de la función paterna y algo que señala Lacan en la clase 10
del Seminario 21: los no
incautos yerran, o Los
nombres del padre. Allí se refiere a un signo de una
degeneración catastrófica cuando se anula ese “no”. Dice
que el Nombre-del-padre esta sustituido por otra cosa.
“El desfiladero del significante por el cual pasa al ejercicio
ese algo que es el amor, es muy precisamente ese Nombre del
Padre que solo es no a nivel del decir y que se amoneda por la
voz de la madre en el decir no de cierto numero de prohibiciones”
(Lacan,
1973-74).
Es
interesante destacar el carácter de esa sustitución porque no
dice que es sustituido con un subrogado paterno, maestro o juez,
y tampoco se trata del síntoma cumpliendo la función del
padre, sino que la función del límite es sustituida por otra
función que encarna lo social. Hay allí una función que se
sustituye por otra .No se trata de sustituir al padre por otro
elemento que cumple la misma función sino que es la sustitución
de la función misma de la ley.
Si
lo que se sustituye es el elemento pero se conserva la función
también se conserva un orden pero al sustituirse una función
por otra, el resultado es una alteración en el orden. Al
Nombre-del-Padre se le sustituye otra función, con un orden que
sustituye al Nombre-del-Padre en su función de lazo. A esa
función Lacan la llama “nombrar para”. Transcribimos una
cita de Lacan
Es
bien extraño que aquí lo social toma un predominio de nudo, y
que literalmente produzca la trama de tantas existencias; el
detenta ese poder de ‘nombrar para’ al punto que después de
todo, se restituye con ello un orden que es de hierro; que
designa esa huella como retorno del Nombre del Padre en lo real,
en tanto que precisamente el Nombre-del-Padre fue rechazado
[…] ¿Acaso ese nombrar para no es el signo de una degeneración
catastrófica? (Lacan,
1973-74, 19/03/1974).
Vemos
aquí que no se trata del destino trazado por el padre sino por
lo social, pero eso que Lacan llama “los signos de una
degeneración catastrófica” alude a que esa nueva función ya
no articula el deseo a la ley.
Surge
como interrogante en el mundo actual, con las transformaciones a
nivel de las nuevas configuraciones familiares ¿quien encarna
esa función de trazar un límite que enlace al sujeto no al
padre sino a un deseo articulado a la ley?
III-
Abuso sexual
En
el ano 1912, Freud escribió el texto “La degradación general
de la vida erótica”, en el cual queda planteado que el lazo
al partenaire sexuado es efectuado bajo ciertas condiciones:
para gozar de el debo degradarlo. Dice Freud:
Esta
necesidad de un objeto sexual degradado, al cual se enlace
fisiológicamente la posibilidad de una completa satisfacción,
explica la frecuencia con que los individuos pertenecientes a
las más altas clases sociales buscan sus amantes, y a veces sus
esposas, en clases inferiores (Freud,
1912).
Mas
adelante en el mismo texto Freud agrega que “el psicoanálisis
verá con agrado que se utilicen sus descubrimientos para
sustituir lo perjudicial por lo provechoso”.
El
nos advierte de una degradación es general. En la época de
Freud la degradación recaía sobre la elección del objeto erótico
en una mujer de clase inferior, pero el lugar del objeto erótico
todavía estaba habitado por un sujeto. El abuso sexual bien
podría ser uno de los signos de esa generación catastrófica.
Hoy
por hoy ¿Que forma tomo la degradación? ¿No estamos
asistiendo acaso a una degradación tal que en el lugar del
objeto erótico el sujeto que debería estar allí es
reemplazado por una sustancia química que se la consume, o por
la computadora o es tomado un niño como objeto sexual?
La
degradación actual ha llegado a tomar la forma de la aniquilación
del lazo, a través de la violencia o simplemente a través de
la soledad en la cual queda sumido cada vez más el sujeto
contemporáneo.
Lejos
de agotar el controvertido tema acerca del abuso sexual, se hace
necesaria una contribución para pensar al mismo desde el
psicoanálisis. La cuestión quedara abierta en última
instancia al caso por caso. Los llamados “abusos sexuales”
son de diversas índoles .Es difícil determinar que acto es
catalogado como abuso: nos encontramos con una bolsa de fenómenos
en la cual todo va a parar allí .El diccionario enciclopédico
Encarta ubica: abuso de confianza, abusos de autoridad, abuso de
poder, abuso o acoso sexual. Pero dentro de tanta dispersión
hay una marca que es común a los diferentes tipos puestos en
ese catalogo,”se trata de un exceso” y esto si es congruente
con la lectura que hacemos del malestar actual de nuestra
civilización.
El
abuso sexual en niños merece una reflexión. No entraré en
aquello que se da en llamar abuso de género.
Comencemos
por trazar algunas coordenadas que ubiquen desde las categorías
analíticas una respuesta acerca del lugar del niño para el
psicoanálisis.
En
su trabajo “Tres ensayos para una teoría sexual”, Freud
deja asentada las bases de la sexualidad infantil y rompe con
pretendida inocencia de la infancia .Se sitúa en Freud una
anticipación de la libido respecto de la elección del objeto
incestuoso que luego del Complejo de Edipo sucumbe a la represión
y le continua un largo periodo de latencia como inhibidor de lo
sexual. La latencia que Freud ubica como esencialmente humana
marca un tiempo de espera respecto de la elección de objeto.
Para el animal el orden natural no esta pervertido cuando se
desencadena el instinto sexual conjuntamente aparece la
respuesta en la búsqueda del objeto. Solo el ser parlante se
anticipa o se demora y su objeto no le es natural sino que es el
resultado de una elección. El asunto es indagar sobre que base
ella se efectúa dicha elección.
El
psicoanálisis constata la anticipación del goce sexual en el
niño antes de producirse la elección de objeto sexual. El niño
elabora su condición erótica y sus fijaciones libidinales van
a constituir los signos de su goce a través de los primeros
objetos investidos libidinalmente en el seno de la familia (Miller,
1997).
La
primera corruptora del cuerpo del niño es la madre. Es ella
quien marca el cuerpo del niño y le confiere una erogeneidad, y
es a partir de estas marcas el niño se separa de la madre y
goza de una parte de su propio cuerpo. Freud descubre que los
primeros objetos investidos por la libido son de carácter
incestuosos.
“La
proporción sexual no existe, solo existe en la familia”, es
una referencia de Lacan (Miller,
1997). La familia es un vínculo social basado en la prohibición
de la relación sexual. Los objetos familiares son interdictos
como objetos sexuales y esa elección debe hacerse fuera de la
familia pero justamente es dentro de la familia donde se elabora
la condición amorosa que determina la elección del objeto erótico.
Esos rasgos imaginarios organizados por un rasgo del ideal
llevan por debajo las insignias y las marcas del goce4.
Freud encuentra el aspecto pulsional del amor: esa es la condición
amorosa y el ideal, de ese modo, vela al goce. El fantasma da
cuenta de la posición de goce del sujeto; de qué manera
imagina el goce cada sujeto, es ya una versión del goce.
¿Por
qué el fantasma es perverso? Por que frente al imposible sexual
para establecer una relación al Otro sexo que arme una proporción
sexual entre el hombre y la mujer, el fantasma fundamental pone
en relación al Otro del goce encarnado en la figura de los
padres. De allí se deduce que en la infancia la única proporción
que el sujeto puede encontrar es la proporción padre-madre.
¿Qué
es un niño para la pareja parental?
Rastreamos
algunas respuestas que nos han dado Freud y Lacan. En Freud
(1914) encontramos al niño situado desde el narcisismo fálico
de los padres, correlativo al ideal, donde el niño es situado
como his majesty de baby
(su majestad el bebe), como dice Joan Manuel Serrat en su canción
“A veces los hijos se nos parecen y nos dan la primera
satisfacción”. A ese niño se lo ama tiernamente.
Pero,
no es esta la corriente que se hace presente en los abusos
sexuales. La corriente que se hace presente es del niño
degradado con un valor de goce y no solo con un valor de uso,
sino también de cambio en el mercado de la prostitución
infantil. No es lo mismo que al niño se le anticipe la
sexualidad que se lo tome anticipadamente como objeto sexual.
¿Que
ocurre con la latencia, hoy por hoy, como ese tiempo que marca
en la estructura ese impase sexual? ¿Que respuestas tenemos hoy
frente al imposible sexual? Son algunos de los interrogantes a
pensar a partir del descubrimiento freudiano...
Lacan
en el Seminario 14: La lógica del fantasma (1966-67) hace una referencia al niño no
como resultado de la unión amorosa entre la madre y el padre en
el cual el niño es una majestad, sino como metáfora misma de
lo que no se une a nivel del goce entre ellos. Se presenta al niño
no como metáfora del amor que une, sino como metáfora de
aquello que no los une. Es tomar al niño bajo las coordenadas
de la no relación sexual.
La
verdadera razón de la referencia al niño, en psicoanálisis no
es pues en ningún caso la de una germinación. Pero solamente
esta esencia problemática: el objeto a,
cuyos ejercicios nos dejan estupefactos no importa donde, es
ejecutada en los fantasmas del niño (Lacan,
1966-67, 26/04/1967).
Que
el niño no sea producto de una germinación no nos autoriza a
tomarlo como producto de una reproducción biológica. Habíamos
visto dos modos de tomar al niño en la pareja parental: una,
por la vertiente amorosa como resultado de la unión y amor
reciproco entre el padre y la madre, es un velo que responde al his
majesty the baby, como fruto y resultado de una completad ideal de acoplamiento
exitoso y feliz. El niño en la vertiente del Ideal que los une
al padre y la madre no es lo mismo que el niño como resto de la
no-relación entre padre y madre. Es el niño tomado objeto a
y allí queda ubicado como metáfora de la no proporción
sexual. El niño en esa perspectiva asume el valor, no del Uno
ideal inexistente en la copula, sino que en tanto objeto a,
se presta a asumir un valor de goce, el del objeto a,
como aquello que se separa y resta entre uno y Otro de los
partenaire parentales.
¿Qué
es el niño bajo el horizonte de la no relación sexual?
Elijo
esta perspectiva, ya que son varias las que pueden tomarse para
abordar la compleja temática, porque parto de la hipótesis que
el abuso sexual es la respuesta como puesta en acto de los
fantasmas perversos que Freud encontró como respuestas al
imposible sexual. El abuso elide la cuestión de la castración
entendida no solo como el “no reintegraras tu producto” que
atañe a la ley de interdicción del incesto sino a la castración
entendida como no relación.
La
vertiente que pone en juego los abusos sexuales obviamente no es
la corriente tierna y abre las puertas a pensar la perversión
paterna cuando forcluye aquello que Lacan nos dice del padre
como padre-versión en tanto debe de trasmitir una versión de
su goce en tanto es una mujer su partenaire. ¿Qué ocurre
cuando su partenaire es el niño? ¿Que decir también en los
casos que se verifica en los decires del menor el consentimiento?
El
abuso sexual es correlativo al empuje contemporáneo a una
satisfacción no articulada a la ley de interdicción y a un
empuje a la denuncia de culpables cuando ya no hay responsables.
Haciéndonos sus portavoces retomamos el anhelo freudiano ¿como
puede actualmente el psicoanálisis con sus descubrimientos,
sustituir lo perjudicial por lo provechoso?
Un
discurso no suple a otro y decir, desde el discurso analítico,
que posición tiene un niño en la pareja parental no sustituye
el plano de lo que es un niño para el discurso jurídico, por
ley esta definido. Si bien es difícil evaluar la complicidad
del niño con su seductor sexual, ello no implica la absolución
del adulto, pero lo que si interrogamos son los medios de los
que se valen como pruebas.
Recordar
que el niño es un sujeto quiere decir no solo que esta
atravesado por el lenguaje, sino que también tiene un cuerpo erógeno
por lo tanto goza, y si goza de su cuerpo también pueda
avergonzarse de su goce. Lacan (1969-70) bien situó la dignidad
que otorga ese sentimiento de vergüenza.
Acaso
si ha sido “victima de un abuso”, ¿No es otro abuso
incitarlo a hablar? ¿Que decir del derecho a callar? ¿Qué
lugar de respeto tiene ese derecho al silencio? El imperativo de
la denuncia encubre muchas veces no solo los avatares de cada
familia sino también un discurso que busca culpables cuando ya
no hay responsables. ¿Acaso el imperativo de confesión,
confesión que no es otra que la del goce, no encubre la
obscenidad en la cual esta inmersa este mundo del espectáculo
del goce?
En
su articulo “Nuevas inscripciones del sufrimiento del niño”,
Eric Laurent (2008) se ocupa de este tema y es interesante
detenernos en algunas cuestiones. Plantea allí que la necesidad
de castigo conceptualizada por Freud como “ser pegado por el
padre”, Lacan la ubica como padre-versión en tanto es la
versión que el sujeto se hace del goce del padre. Ese goce
supuesto es inconfesable “no puede ponerse en palabras”.
Pero quiero destacar el lugar en el que Laurent ubica a la
perversión no del lado del abusador sino del lado del Estado.
“El intento de reintroducir el goce en el Otro es una de las
formulaciones que Lacan dio de la perversión”. Frente a la
falta de goce en el Otro, el perverso la colma con la certeza
que en el Otro hay goce y el se hace cargo de reintroducir esa
falta”. Esa certeza de goce que el estado espera como verdad
del discurso del niño es lo que ubica como perversión del
Estado y ubica al paidofilico mas del lado del fuera del
sentido.
Como
psicoanalistas sabemos del pudor que encierra un goce y el niño
no esta exento de ellos el irresponsable es el adulto que calla
su delito. ¿No merece al menos un cuestionamiento pensar acerca
de la insistencia puesta en la confesión del niño con las
pruebas testimoniales?
Que
el niño sea responsable de su posición de sujeto es una cuestión
otra, es que a partir de la no asunción de la responsabilidad
subjetiva de quien ha cometido un delito y lo silencia, se
apunte cada vez mas a las pruebas testimoniales en el niño. El
sujeto es responsable de sus actos, pero no de los actos del
otro.
El
imperativo de declarar reduplica el abuso, y se esta
convirtiendo en algo inversamente proporcional a la impotencia
de los jueces y peritos cuando no obtienen la respuesta de
responsabilidad en el abusador. Se tornan más implacables para
obtenerla por parte de los niños.
Si
en el estado de derecho el sujeto es libre de entrar y salir, de
hablar y de callar estos también son los derechos del niño.
Pero en nombre de la salud mental no solo se le quitan los
derechos al sujeto loco sino también al sujeto niño, en tanto
se lo priva de sus derechos de elegir entre la palabra y el
silencio.
Es
cierto que el niño tiene derecho a callar y nadie puede
obligarlo a hacer lo contrario, es tan cierto esto como el
empuje a la denuncia desde los medios familiares, los medios de
comunicación. Si el psicoanálisis entra del mismo lado que los
derechos humanos es interesante reflexionar acerca del alcance
de este enunciado. Recordemos unas palabras de Alain Badiou
respecto de los derechos del niño:
La
cuestión no obstante consiste siempre en conocer el precio que
en materia de definición del hombre se paga por cualquier
ampliación de sus derechos .Pues una igualdad es reversible. Si
el niño tiene los derechos del hombre esto puede significar que
es un hombre, pero también tener por condición que este acepte
no ser mas que un niño (Badiou,
2006, p. 102).
IV-
El niño generalizado del mundo globalizado: la responsabilidad
en la época actual
¿Qué
tipo de responsabilidad le cabe al psicoanálisis en la época
contemporánea?
El
debate acerca de la responsabilidad es crucial en el actual
mundo globalizado. Los acontecimientos, al producirse por una
multiplicidad de causas concatenadas en una red simultanea,
traen aparejado en la subjetividad la dificultad de ubicar el
lugar de la causa que a su vez se traduce en una dificultad para
situar al responsable. El lugar de la causa y la responsabilidad
están íntimamente relacionados y este lazo se ve perturbado
por esa concatenación de causas. No estamos en la época del
gobierno del Uno sino de lo múltiple.
En
una época en la cual se ofrecen todas las condiciones para que
nadie se haga responsable es lógico que todos los discursos y
disciplinas hablen de la responsabilidad.
Siendo
el goce el campo sobre el cual opera el psicoanálisis, la
responsabilidad en psicoanálisis esta especificada por la
relación que el sujeto tiene con el goce implicado en sus actos.
De allí que Lacan en el “Discurso de Clausura a las Jornadas
sobre la Infancia alienenada”, califica a la persona mayor
como quien se hace responsable de su goce. El hecho de que no
haya “personas mayores” -tal como dice Lacan- marca la
entrada de un inmenso gentío en el camino de la segregación;
es la época del “niño generalizado”, aquél que no se hace
responsable de su modo de gozar ni de sus consecuencias. La
responsabilidad para el psicoanálisis es siempre de un sujeto,
atañe a una singularidad y no a una masa, por el contrario, en
la masa, los sujetos son irresponsables.
El
derecho distingue entre responsabilidad civil, por la cual se
atribuye a alguien como autor de un acto perjudicial para otro
sujeto, la obligación de reparar por las consecuencias dañosas
que se deriven de su acción, y responsabilidad penal, por la
que se imputa a alguien la autoría de una acción delictiva,
por la que es obligado a recibir una pena.
La
responsabilidad moral, en el terreno filosófico ubica la
perspectiva en la cual el sujeto debe de reconocerse como autor
de sus actos, ante la propia conciencia y ante la sociedad. La
afirmación de la libertad es la condición necesaria para la
responsabilidad. Una persona es moralmente responsable de lo que
ha hecho sólo si hubiera podido actuar de forma distinta, es
decir si tiene la posibilidad de opción. La responsabilidad así
abre el debate acerca de la libertad y el determinismo del
sujeto.
El
debate acerca de la conducta moral del sujeto moderno se abre
con Kant para quien el acto moral sitúa por parte del sujeto
una elección entre la ley universal de la razón y la renuncia
de los intereses particulares en nombre del imperativo moral, y
esto presupone una decisión por parte del sujeto. Pero, en su
texto “Kant con Sade”, Lacan (1962) pone de manifiesto el
reverso gozoso de esa moral.
¿Qué
perspectivas, que ejes se toman para delimitar la
responsabilidad para el sujeto del psicoanálisis?
En
Freud el tema de la responsabilidad aparece planteado en su
texto “La responsabilidad moral por el contenido de los sueños”
(1925). Sitúa allí un eje que concierne a la responsabilidad
respecto de las formaciones del inconsciente donde lejos de
eximir al sujeto de su responsabilidad, amplia su horizonte.
Concluye que el sujeto debe hacerse responsable del contenido de
sus sueños.
Pero
no es lo mismo sonar que se mata al padre que el acto de matarlo.
En el inconciente anida un deseo que en si mismo es trasgresor
pero otra es la cuestión acerca de los limites con que cuenta
cada sujeto respecto de sus actos.
Culpa,
responsabilidad y castigo son categorías utilizadas tanto por
el discurso analítico como por el jurídico, pero para el
discurso jurídico hay continuidad entre ellas. El sujeto, si es
culpable, es responsable de un acto tipificado como delito y por
lo tanto debe recibir una sanción.
Para
el psicoanálisis no hay tal continuidad. El sujeto es culpable
de un acto no cometido y puede gozar eternamente de su culpa sin
hacerse responsable, también puede cumplir una condena y ello
no implica su responsabilidad subjetiva o se lo puede declarar
inimputable y el mismo sujeto exigir una sanción que le
devuelva su condición de sujeto responsable. Por eso, para el
psicoanálisis, no existe amparo alguno bajo ninguna ley de
inimputabilidad. Para el psicoanálisis, hay terrorismo de la
responsabilidad. Lacan, consecuente con Freud, llega a situar un
terrorismo de la responsabilidad en tanto plantea a un sujeto
siempre responsable “De nuestra posición de sujetos somos
siempre responsables” (Lacan,
1965, p. 837). Allí el sujeto es responsable en tanto esta
planteado como respuesta del inconciente a diferencia de
plantearlo como determinado por un mecanismo organicista.
Lacan responde al discurso psiquiátrico organicista
ubicando un interjuego permanente entre causa y consentimiento.
La causa viene por el determinismo del Otro pero el sujeto queda
planteado a nivel de la respuesta que otorga como consentimiento
al Otro o como rechazo también. Y de allí el terrorismo de la
responsabilidad y la imposibilidad ética desde el psicoanálisis
de plantear a un sujeto como victima.
Si
a través de la culpa el sujeto se liga al Otro, a través del
acto se desliga. Solo puede asumir una responsabilidad a
posteriori del acto religándose al Otro. Allí se verifica la
relación con las consecuencias de su acto. Hay sujetos que
quedan identificados al acto y no quieren hablar de ello,
sujetos arrepentidos, sujetos que reivindican el acto, sujetos
que no tienen una explicación y desean encontrarla, otros que
no la tienen y tampoco la quieren buscar, sujetos que se hacen
cargo de las consecuencias y sujetos que culpan al otro.
El
superyo y las formulas de la sexuación
Retomare
una pregunta que se hace Jorge Aleman en su libro La experiencia del fin (1997): ¿La responsabilidad frente al
retorno de lo reprimido es la misma que la que se espera del
sujeto que responde al imperativo categórico?
Con
la paradoja del superyo se deduce una perspectiva que en lo
atinente a la responsabilidad traza otro horizonte. En un caso,
se trata del retorno de lo reprimido y, en el otro, del retorno
de lo real del goce encarnado en el imperativo categórico que
le ordena gozar al sujeto.
Pero
el imperativo categórico no se articula del mismo modo cuando
se inserta en una lógica que cuenta con una excepción que
delimita y dice no que cuando no existe uno que diga no. Esto último
se emparente con la caracterización que hacen Miller y Laurent
de la época actual como la del Otro que no existe como único (m,
1996-97).
Con
las formulas de la sexuación, Lacan traza un horizonte que va
mas allá del posicionamiento sexual de un sujeto. Con ellas
también podemos hacer una lectura de los síntomas que atañen
al actual malestar contemporáneo. Siguiendo la repartición
trazada por Lacan respecto de la modalidad del goce que es la
masculina regida por un limite fálico hace a una clasificación
que tiene a la excepción como limite y por otro lado la
repartición femenina que se rige por la lógica del no-todo fálico
y no tiene una excepción que delimite al goce. Una se rige por
lo finito y otra, por lo infinito. Siguiendo a Milner (2004)
tenemos que las democracias ilimitadas se rigen por una lógica
donde no prima el reino del Uno, sino más bien por la
inexistencia de ese Uno que diga no.
A
partir de ello retomo un planteo de Juan Carlos Indart5
respecto al imperativo categórico: “El imperativo universal
kantiano planteado a nivel de lo simbólico como Ideal o la
imaginarización de una completud no es lo problemático. Lo
problemático se presenta cuando ese Universal quiere ser
realizado como un todo en lo real”.
El
universal funcionando como un todo de ficción en lo imaginario
y lo simbólico no trae aparejado problemas .La cuestión se
torna problemática, cuando esa moral se quiere elevar en lo
real a la categoría de constituir un acto que se articula al
“todo x”. El imperativo kantiano se rige para la lógica
masculina, pero cuando al pasar al lado femenino de la sexuación,
el no existe uno, es leído como universal negativa, como
ninguno. La consecuencia de ello es el exterminio de la
diferencia en lo real. El universal (como categoría simbólica)
nunca puede ser alcanzado en lo real.
Toda
orientación en la cual el Ideal se quiera hacer pasar a lo real
devendrá esa clase de “exterminios” que se produjeron desde
la Segunda Guerra Mundial hasta los fundamentalismos actuales.
A
partir de las Antimemorias, de Malraux (1968), Lacan hace una alusión a esa posición de
hacerse el distraído que encontró en los sobrevivientes de la
guerra. Esa misma posición no tiene fronteras, en la Argentina
la encontramos desde el niño que roba en el colegio y dice
“yo no fui”, hasta los crímenes de Estado ocurridos en la
Argentina de la dictadura militar. Todos niños generalizados.
¿Cuándo
el Otro es aniquilado o destruido en el lazo? ¿Cuándo en el
lugar del Otro esta ubicada la adicción? ¿Cuándo el Otro es
un niño abusado? ¿Qué responsabilidad le cabe al analista
frente a estos nuevos síntomas que ofrecen como solución a la
no relación sexual la anulación de la castración? ¿Podemos a
estos síntomas considerarlos como arreglos de suplencia de la
relación sexual faltante?
¿Qué
responsabilidad le cabe al analista frente al mundo en el cual
impera el niño generalizado? ¿Cómo compensar el autismo del
goce para que el resultado sea una posición responsable y no cínica?
El
imperativo freudiano “Donde eso era un sujeto debe advenir”
no es un imperativo cínico porque transforma la satisfacción
pulsional donde el sujeto goza solo por el lazo al Otro. Al
imperativo categórico kantiano, Freud, que no fue ni ingenuo ni
idealista, le responde con el imperativo ético del superyo.
Pero Freud no hace del superyo el imperativo ético del psicoanálisis.
El responde con Wo Es war,
soll Ich werden.
Notas
-
“La
política procede por identificación, manipula los
significantes amos, busca atrapar al sujeto” (Miller,
2005, p. 21).
-
Titulo
original del film: "l'Enfant" (Bélgica/Francia,
2005). Dirección
Jean-Pierre y Luc Dardenne.
-
En
el Seminario Clínica del discurso universitario, dictado
por Juan Carlos Indart en la EOL, se han trabajado varios
materiales clínicos desde esta perspectiva.
-
Recordemos
que esto es antinómico a lo situado por Miller (2004) como
discurso hipermoderno en el cual el goce ya no esta velado
por el ideal sino que es el que comanda.
-
Clínica
de la no relación sexual, “Lacan con Mencio”, seminario
dictado por J. C. Indart en la EOL, 2003. Notas de la autora
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recebido em: 20/07/2007.
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