Resumen:
La
subjetividad contemporânea esta cautivada en el movimento que la submerge en
un mundo que há dejado la ideal de naturaleza al campo del romantismo. Las
innovaciones tecnocientíficas, son como la proliferación de híbridos de
naturaleza e cultura. Cuando esos híbridos se producen, comienzan a alzarse
en su contra las voces éticas desde diversos ámbitos, desde la misma
ciencia, desde la política, la sociedad, la moral, la religión y la cultura.
En ela caso de las tecnologias de fertilizacíon assistida, la dimension del
comico nos permite situar o real, como impossible de soportar, sin caer en el
gusto angustioso del paisage apocaliptico.
Para
comenzar a tratar este apasionante tema, quizás haya que aclarar que lo
haremos desde la perspectiva de lo que denominamos la subjetividad contemporánea,
subjetividad que está desplazada, conducida, cautivada en un movimiento poco
resistible que la sumerge en la producción acelerada de un mundo que ha
dejado la idea de la Naturaleza al campo del romanticismo, de la añoranza, en
algunos casos de la nostalgia. Y ese modo de ubicarse hacia el pasado, implica
que el futuro es por lo general considerado como de cuidado, de conservatorio,
de reservas naturales, incluso de especies protegidas. La subjetividad moderna
es la que está dominada por el mundo de las imágenes, las apariencias y la
exhibición de las desgracias.
Podría
graciosamente avanzar en palabras que apuntan a un paisaje apocalíptico, aún
con la idea de que se trate del Apocalipsis confortable de las personas
perdidas en los pequeños y grandes gadgets
del mundo contemporáneo. Pero no, no me daré el gusto de angustiarme
construyendo para el tema que hoy nos convoca una visión de que el mundo es
lo imposible de soportar, bella definición del síntoma en psicoanálisis en
relación a lo real. De todos modos no dejaremos de lado tampoco la preocupación
que existe en notables grupos de la cultura frente a la idea de una ciencia
bulímica y de científicos, quizás más que de científicos, de
corporaciones económicas o de poder desprovistos de criterios éticos de
aplicación. En definitiva el Apocalipsis como representación existe desde
siempre, aunque obviamente los medios y los agentes de su realización han ido
cambiando.
La
misma estructura del saber y el alcance obtenido por él, junto con la difusión
de sus consecuencias, puede angustiar de tal modo que en realidad no hace
tanto, menos de 100 años, grandes cantidades de personas se suicidaron ante
la noticia de que el cometa Halley chocaría contra la Tierra. Ni hablar de la
invasión extraterrestre magistralmente relatada en la radio por Orson Welles
(1915-1985) que produjo una agitación en la opinión pública norteamericana,
cuyas dosis de creencia en el Otro la hacen una sencilla masa moldeable para
los mejores y los peores fines. Tenemos ahí quizás ejemplarmente ubicado el
lugar del sujeto, enfrentado a su propio vacío, al culto de su propia
autenticidad, de su propio desarrollo, de su expansión y de su
autorreferencia. Ese sujeto claramente distinguido en esa sociedad que en
mayor o menor grado se divulga en las sociedades vecinas, exige un deber, el
de vivir y el de gozar, con tanta fuerza que incluso es lo que hace que en las
sociedades avanzadas vaya despareciendo por ejemplo el derecho a reventar
gustosamente con los propios vicios. No es que yo sea un defensor del
tabaquismo, entiendo que la otra cara de esta moneda tiene a los que dicen que
reviente si quiere, yo tengo el derecho al aire puro. Que sabemos que es una
ficción ya que el smog que respiramos en las grandes ciudades y especialmente
en Corrientes y Talcahuano[1]
parece ser de las peores concentraciones del mundo. Pero, he dicho que no me
voy a tentar en seguir la larga lista que implica la contaminación, la locura
que señala la dificultad de una sociedad que no sabe que hacer con los restos
de su producción, y aún peor la nuclear. Pero que, no seamos ingenuos
tampoco, ya que el exceso en la producción también es respuesta a un exceso
en las demandas del consumo, con su apetito insaciable. Hay más un gusto por
los objetos nuevos que por los tradicionales, y hay verdaderas comunidades
consumistas, es decir que comparten su modo de gozar en una verdadera soledad
donde cada uno puede encontrar en la manifestación del desamparo igual al
suyo un consuelo identificatorio, como lo que se ve en los Reality shows.
Pasemos
entonces a la cuestión de la tecnología genética.
Hace
algunos años hemos realizado una investigación, cuando recién comenzaba en
nuestro país[2] a difundirse el uso de la fertilización asistida, un
tema candente en la sociedad, con efectos de orden práctico en la vida de las
familias.
En
ese momento, mi interés apuntaba a la diferenciación que el psicoanálisis
hace en cuanto a la pregunta por el padre, al diferenciarlo del genitor. Y era
evidente que tanto el tema de la natalidad controlada, la fertilización
asistida y, ahora agregamos la genética reproductiva, señalan la disyunción,
el clivaje que existe en los seres parlantes entre el encuentro sexual y la
reproducción.
Por
supuesto que quiero hacer la salvedad de que sería absurdo reducir el
apasionante tema de la genética a la clonación de humanos.
Obviamente
sería desconocer el singular avance que implica el uso de la genética en
medicina, en la terapéutica precisamente. Y quizás nos convenga seguir el
camino del australiano Alan Trounson
que, válganos el
chiste, es uno de los padres de las técnicas de fertilización asistida, y
que se dedica ahora a la investigación de las stem cells, células que, recogidas en los primeros estadios del
desarrollo del embrión –tomado a su vez de los que se descartan en la
fecundación in vitro–, tienen la potencialidad de generar prácticamente
todos los tejidos del organismo. Al venir a Buenos Aires hace un par de meses
explicó que era posible crear carne de corazón para sanar enfermedades cardíacas,
y decía: Creemos que también vamos a poder curar la ceguera, la diabetes,
enfermedades del sistema nervioso como el Parkinson y el Alzheimer, la
fibrosis quística.
¡Quién
podría estar en contra de semejantes prodigios! más los que se aseguran en
no muchos años más acerca de la curación de distintos tipos de cáncer.
Y
esto sólo para mencionar algunos cuantos usos de la tecnología genética.
Pero
hay temor, hay malestar, los ejercicios con las razas en el siglo pasado hacen
suponer que será la genética el malo de la película que creará los
especimenes que Aldous Huxley (1894-1963) ya contaba en las primeras décadas
y que nos angustiaron hasta enterarnos que se trataba de su metáfora
anticomunista. Pero la advertencia no es en contra de los avances científicos
sino de su uso por los aparatos de poder, sea el político o el económico
corporativo. Crear ejércitos de clones ha sido uno de los temores. Absurdo,
quién precisa ejércitos de personas que pueden ser destruidos por un puñadito
de aviones. O como decía irónicamente Saramago en una entrevista por
internet que le realizaron a propósito de la salida de su libro el hombre
duplicado: si ya somos seis mil millones de personas en el mundo. ¿Me puede
decir para qué sería útil clonar más gente?
El
acento que la sociedad puso hace algunos años en la fertilización asistida
se ve desplazado hacia la terapéutica, de los embriones congelados para el
primer uso, y, que ya sabemos, los éxitos son muy inferiores a los fracasos,
resulta que esos embriones que eran descartados pueden ser mucho mejor
utilizados en la terapéutica existente y por venir.
Durante
el siglo XX, con el auge de los desarrollos sociales, se produce una filosofía
humanista de la tecnología, que identifica la tecnología moderna con el ámbito
de la producción y uso de artefactos materiales, que incluye tanto los
procedimientos, métodos y procesos implicados como los artefactos mismos. Y
por supuesto la advertencia que realiza esta corriente es que el desarrollo de
la tecnología moderna va en contra de los grandes logros culturales y pone en
peligro los valores humanos superiores e incluso la misma esencia del hombre.
Y se promueve un programa filosófico que no sólo desconfía de la tecnología
sino que va dirigido a frenar o interrumpir el desarrollo tecnológico. Carl
Mitcham es unos de sus defensores. Tenemos luego la corriente contraria, quien
con Bunge a la cabeza, no sólo defiende que el desarrollo tecnológico no
representa ningún peligro para la cultura, sino que es la clave del progreso
humano.
La
interpretación de la filosofía apunta a integrar la ciencia y la técnica
como componentes de la cultura occidental contemporánea, y se aparta con John
Dewey por ejemplo de la reducción de la tecnología al ámbito de los
artefactos materiales, para considerarla como el conjunto de las capacidades
humanas, incluidos los desarrollos tan culturales como el lenguaje, la lógica
y la filosofía como las formas de organización social y política.
Después
de la segunda mitad del siglo XX asistimos al desarrollo de las tecnologías
como formas de vida, en tanto las innovaciones tecnocientíficas han modelado
las formas de vida, tanto en los entornos materiales como en los
interpretativos y valorativos. Incluso se habla de tecnociencias dejando de
lado completamente la separación entre ambas.
Es
verdad que todo ese desarrollo ha producido otras complicaciones. Manuel
Medina[3]
en un texto muy rico llamado ciencia-tecnología-cultura del siglo XX al XXI
ha caracterizado a las innovaciones tecnocientíficas como la proliferación
de híbridos. Estos surgen del embrollo de las divisiones esencialistas y
consisten en los productos del entramado de ciencia, tecnología, política,
economía, naturaleza, derecho y por supuesto ética. Cuando esos híbridos se
producen, se implantan, comienzan a alzarse en su contra las voces éticas
desde diversos ámbitos, desde la misma ciencia, desde la política, la
sociedad, la moral, la religión y la cultura.
¿Cuáles
son los híbridos mas habituales hoy? los implantes electrónicos en el
cerebro, la clonación de animales, la congelación de embriones humanos, las
píldoras abortivas y postcoitales, el Viagra, los psicofármacos como el
Prozak, los entornos de realidad virtual producidos por las computadoras,
Internet, etc. Etc. Pero en que punto de nuestra vida no están más o menos
presentes?
Se
evapora la demarcación entre naturaleza, tecnociencia y cultura como sistemas
cerrados del objetos puros y estos a su vez se van delimitando mutuamente.
En
esta época del Proyecto Genoma Humano se puede pensar a la naturaleza como un
objeto manufacturado y tanto la ingeniería genética y las biotecnologías
están dando paso a una naturaleza extraída del laboratorio y transformada en
real, en la que se instaura también un conservacionismo ecológico dirigido
no solo a preservar sino a mejorar las especies existentes.
En
definitiva que lugar ocupa el saber en la ciencia?
Después
de lo que venimos planteando podemos entender que la ciencia no es una lectura
de la naturaleza sino que el saber de la ciencia se pone en el modo de
determinar lo real. Es decir que ese discurso no solamente implica que se
pueda acceder a lo real sino que lo toca, lo transforma. En lo que hace a la
genética humana se dice que los avances no tocarán al hombre y ya sabemos
como los toca y tocará. Sabemos también que ni los comité de ética ni las
leyes detienen la proliferación de sus objetos humanos.
De
lado del psicoanálisis.
No
necesitamos darle un tono trágico de lo que sucede, en todo caso ver como es
la intervención de los analistas en el concierto de los modos de vida que
signan a cada época.
Lacan
en todo caso ha puesto siempre el acento en el aspecto cómico
e incluso sería más del lado del chiste por donde se podría
encontrar las salidas.
Pero
las salidas a qué?
El
discurso de la ciencia daría la ilusión de un dominio de lo real o que
incluso se dude de lo real, si planteara que el saber y lo real son lo mismo.
Para el psicoanálisis, lo que orienta su práctica es lo real en cuanto es el
síntoma, aquello de lo que se sufre, que no se lo reduce a ser un saber en lo
real sino un sentido en lo real.
Pero
no voy a adentrarme más en esto sino para verlo desde un lado más bien cómico.
Tomemos
el cuco de esta historia, y pensemos en quienes podrían ser los posibles
candidatos para la clonación de las personas.
Pensemos
en las parejas que desean tener un hijo pero por algún motivo no pueden, por
ejemplo uno de sus miembros es infértil, o que se trate de dos individuos del
mismo sexo. Supongamos que como no pueden tener hijos por las vías conocidas,
no es necesario que las comente, se decidan por la clonación.
¿Se
pondrán tan fácilmente de acuerdo acerca de quien de los dos tendrá
su réplica. Me clonan a mi o te clonan a vos? No quisiera imaginar el momento
en el que tengamos que recibir en el consultorio a personas que aparezcan con
esa inquietud. Yo quisiera que sea ella, porque no quiero traer al mundo a
alguien tan inseguro como yo. O tan miope. O al revés, sujetos tan
narcisistas que quieran tenerse a si mismos varias veces, o incluso como he
escuchado contar que existe un banco de espermas de los premios Nóbel para
reproducir y reduplicar a los genios. Especialmente porque al hacen existir un
banco de genios al suponer que una humanidad con muchos como ellos sería
mucho mejor que la actual.
O
supongamos un hombre que ama a una mujer Por que no querrá tenerla, pero unos
años mas joven?
La
dimensión de lo cómico que suscita este modo de plantear las cosas,
obviamente señala al falo, que a esta altura parece un pequeño apéndice
excedente del cual podemos olvidarnos para la reproducción humana.
Como
decíamos al comienzo esto tiene una razón, la disyunción entre lo real de
la sexualidad humana y la reproducción animal no hace mas que repercutir en
la ausencia de una pulsión reproductiva en el inconciente. Y como allí hay
un agujero fundamental, entonces algo viene en su lugar a no dejar de
escribirse.
Para
el psicoanálisis es el síntoma es eso que viene en ese lugar, con un lado de
regularidad, de ley que es particular a cada sujeto y un aspecto real, también
propio de cada quien. Hay para cada uno de lo sujetos que hablan un síntoma,
y eso quiere decir que a nivel de la especie hay un saber que no está
inscripto en lo real. Y ese saber que no está escrito en lo real es el saber
que concierne a la sexualidad, con la que cada uno se las arregla como mejor
puede. Y en ese devenir, algunos la pasan mejor que otros.
A
nivel de los animales está el instinto que dirige de forma invariable y típica
hacia el partenaire para cada especie. A nivel del deseo, en los
parlantes se verifica que es más una pegunta, es más bien la perplejidad que
cada uno tiene sobre el problema. Y sabemos que a nivel de la pulsión no hay
nada que de una seguridad a nivel de lo sexual en cuanto al Otro.
Si
hay síntoma no hay un saber en lo real que concierne a la sexualidad.
¿Cómo
es posible captar en la experiencia analítica la ausencia de saber en lo
real?
Se
nota fundamentalmente en los relatos que escuchamos, que ubican en cada caso,
en cada sujeto aquello que implica como función determinante en su vida, un
encuentro azaroso que lo marca y se puede decir eso no estaba escrito, no
estaba previsto. Un mal encuentro por el que alguna instancia estalla y luego
en sus relatos, el sujeto le atribuye la causa de su orientación sexual, o su
falta de elección sexual. Pero también se capta que ha habido ciertas
palabras que se cargan de libido, que atraen libido y que hacen a un sujeto
decidir los investimentos fundamentales que condicionan luego los modos en los
que se relacionará sexualmente. Y luego cómo el goce sexual se presenta bajo
las especies del traumatismo. O sea como no preparado por el saber, como no
armónico con lo que estaba ahí.
La
constancia que captamos en esos casos es la contingencia. La constante es la
misma variabilidad. Y la variabilidad es que no hay un saber preinscripto en
lo real en este sentido. Y es la contingencia la que decide el modo de goce de
un sujeto.
La
genética es ética?
Como
lo plantea Alejandro Tomassini Bassols[4]
en su estudio Genética, sociedad y filosofía, es que la determinación de
los individuos no es un fenómeno nuevo. La única diferencia es que ahora
puede hacerse con mayor pulcritud y de manera más efectiva. Bien, tiene razón.
Pero, ¿acaso la contingencia queda reducida a la necesidad o al simple
anhelo? De hecho no hay saber que logre reducirla. Recuerden la película la
mosca y ahí tenemos el ejemplo de la contingencia elevada al sujeto-mosca.
Habrá
cambios en las familias a partir de la técnica genética aplicada a la
reproducción humana? Sí seguramente. Serán cambios aterradores? No lo creo.
Dependerán también de la contingencia.
Freud
entiende que la familia es el Edipo y el motor es la castración. Cada uno,
clonado o no, tiene que vérselas con ese lazo y la misma neurosis infantil es
la construcción que el sujeto inventa para responder al enigma que le impone
la relación de los padres. La novela familiar implica el ciframiento en el
que se presentifican los deseos del padre y de la madre. La catástrofe se
presenta cuando, por las vías más supuestamente normales un hijo es el
producto de un no-deseo.
El
nombre del padre no tiene que padecer la ausencia de la persona, a veces se
padece de una excesiva presencia, como cuando el padre impide a la madre
ocuparse de sus hijos. El que deberá advenir como sujeto, aún nacido por la
intermediación de la ciencia, deberá ubicar en la estructura del Otro, el
deseo que lo ha generado, y hacerse responsable de él. Lo que no coincide con
el nacimiento, y por lo tanto es evidencia de que los genitores pueden ser
sustituidos.
Lacan
ha desplazado la cuestión de la pareja conyugal, el padre y la madre al vínculo
entre un hombre y una mujer. Y es adonde ubica el abismo, ese vacío que señala
la falta de proporcionalidad entre los sexos.
Cuando
señaló en los años 60, que la fuerza de la costumbre podría llevar a
inseminar artificialmente a mujeres en sedición fálica con el esperma de un
gran hombre, no se trataba necesariamente de la concepción de una
reivindicación fálica típica en la histérica, ni la reivindicación de los
sujetos sadianos a gozar como les parezca a partir de un derecho universal a todo. Pensamos que pudiera tratarse del anuncio, de una
profecía de un brutal intento de retorno del sometimiento del goce femenino a
un fundamentalismo. De hecho lo hemos visto en los últimos años. Pero
imaginemos un fundamentalismo que tenga como objetivo por ejemplo la instalación
de una raza de grandes hombres. Eso no sería un problema específico de las
mujeres, ni de los padres, ni producido por la tecnología genética. Y si
algo de histeria hay en esto, es porque sabemos como históricamente ha sido
objeto de sacrificios y persecuciones, hasta que Freud descubrió el modo de
escucharla, lo que hizo disminuir parcialmente ese efecto.
Si
es el goce femenino el rechazado, en tanto es la clara expresión de la falta
de proporción en la sexualidad humana, ni la ignorancia, ni el desvarío de
la mirada, ni la ignorancia ni la impugnación a la ciencia pueden cambiar un
ápice lo que una decisión política permite sostener.
Para
hallar alguna respuesta el análisis de los sujetos podrá unir en sus
consecuencias lo que le ofrece la lógica colectiva y lo que la acción analítica
logre efectivizar en el concierto social.
Lacan
se preguntaba muy al comienzo de su enseñanza: Por qué no hablan los
planetas? En principio no lo hacen porque se desplazan y reaparecen siempre en
el mismo lugar. Pero nosotros los hemos hecho hablar. Nosotros los hemos hecho
hablar, y sería un gran error no preguntarnos cómo es esto posible. Durante
muchísimo tiempo y hasta una época muy avanzada, les quedó el residuo de
una suerte de existencia subjetiva. Nunca se sabe lo que puede ocurrir con una
realidad, hasta el momento en que se la ha reducido definitivamente inscribiéndola
en un lenguaje. Sólo se está definitivamente seguro de que los planetas no
hablan a partir del momento en que se les ha cerrado el pico, o sea, a partir
del momento en que la teoría newtoniana produjo la teoría del campo
unificado, y bajo una forma que se completó después pero que ya era
perfectamente satisfactoria para todas las mentes humanas. La teoría del
campo unificado está resumida en la ley de gravitación, que consiste
esencialmente en que hay una fórmula que mantiene todo esto unido.
Ahora
podemos preguntarnos. Hablan los genes?
El
problema de saber si hablan no queda resuelto por el sólo hecho de que no
responden aunque tienen un lenguaje. No estamos tranquilos: un día algo puede
sorprendernos. No caigamos en el misticismo, decía Lacan, no acabaré
diciendo que los átomos y los electrones hablan. ¿Pero, por qué no? Todo es
como si. En todo caso, la cosa se demostraría a partir del momento en que
comenzaran a mentirnos. Si los átomos nos mintieran, si se las dieran de
listos con nosotros, quedaríamos justificadamente convencidos.
La
comunidad analítica tiene una función para cumplir en un trabajo que excede
los límites del consultorio, así como la comunidad científica emerge de los
límites del laboratorio.
Hay
una voz en cada disciplina que debe ser escuchada, dando razones, encontrando
argumentos, oponiendo posiciones, en una palabra, dando una orientación
contra el silencio.
Revisión:
Mirta Zbrun.
[1]
N.T.: Referência a duas ruas na cidade de Buenos Aires (Argentina).
[2] Argentina.
[3] MEDINA, Manuel Ciencia-tecnología-cultura
del siglo XX al XXI. Barcelona: Anthropos, 2000.
[4]
BASSOLS, Alejandro Tomassini- Genética,
sociedad y filosofia.